TAURASI Y LA VIDA EN RUSIA
"He bebido vodka como para abastecer a una ciudad entera"
"Aquí no puedes no beber. Si ganas, bebes. Si pierdes, bebes". Sobre su renuncia a la WNBA, no duda: "¿Por qué no voy a intentar ganar todo el dinero que pueda?".
Diana Taurasi, californiana de 32 años y 1,83 de altura, es la mejor jugadora de baloncesto del mundo y una de las quince mejores de la historia según una votación realizada entre aficionados en 2011. Tiene tres oros olímpicos (Atenas, Pekín, Londres) y ha sido tres veces campeona de la WNBA con Phoenix Mercury, franquicia con la que ha logrado un MVP de Regular Season, dos de las finales, cinco títulos de máxima anotadora y siete nominaciones para el All Star. Pero Taurasi es mucho más que eso: en 2012 plantó cara a la FIBA por un código de vestimenta para la Euroliga que le parecía sexista. Y hace un mes anunció que no jugará en la próxima temporada de la WNBA y se reservará para su equipo en Europa, el Ekaterimburgo.
Otra punta de lanza para lo que puede ser el próximo gran problema de la versión femenina de la NBA. Las cuentas son fáciles: en Phoenix apenas percibe 107.000 dólares mientras que en Rusia le pagan 1,5 millones… y un plus por saltarse la competición estadounidense. Su decisión ha llamado la atención en Estados Unidos y el New York Times se fue a visitarla a Ekaterimburgo, en el sur de los Urales y ya dentro de la parte asiática de Rusia. Allí, en una de las principales paradas del mítico ferrocarril Transiberiano, se adapta a una vida totalmente distinta a la que se imaginan casi todos su compatriotas. Nada que haya sido demasiado difícil para una jugadora que ya ha pasado etapas desde 2006 en Moscú y Estambul y que es hija de un futbolista profesional italo argentino que emigró junto a su madre, argentina, a California para trabajar como maquinista: “A mis padres tampoco les gustaba todo lo que se encontraron al llegar a Estados Unidos. No fue llegar y quedarse maravillados con el sueño americano. Las cosas no son así. Pero supieron adaptarse a un país diferente, respetar las nuevas costumbres que se encontraron aunque no tengas que compartirlas y estar de acuerdo con todas”.
Una de esas costumbres que ella se ha encontrado en una de las zonas más recónditas de Rusia es, claro, el vodka: “Creo que con el vodka que he bebido aquí se podría abastecer a una ciudad entera. Es sencillo: no puedes no beber. Tienes que beber, es parte de la vida en este lugar del mundo. Eso hacen los equipos rusos: si ganas, bebes. Si pierdes… bebes también”. Y otra es el viejo estigma de la guerra fría, que no termina de quedar en el olvido: “Sí se percibe cierto resentimiento, como si los americanso nos estuviéramos llevando su pan”.
Ella y sus compañeras de equipos llevan una vida de lujo y confort en una zona que, como casi toda Rusia, confronta las veleidades del nuevo híper capitalismo con el recuerdo a los años del comunismo. Algo a lo que una jugadora de baloncesto criada en California también tarda en acostumbrarse: “Es un mundo de extremos. Tenemos spas y locales de lujo por un lado y los viejos edificios de la revolución industrial, por el otro. Hay gente con mucho dinero y que gente que tiene muy poco”, asegura una Taurasi que cuenta cómo se sintió cuando fue tiroteado en 2009 Shabtai Kalmanovic, el oligarca que le había reclutado para el Spartak de Moscú en 2006. Relacionado con el espionaje del KGB, fue casi una figura paternal para ella en su primera etapa en Rusia: “Fue un momento horrible. Íbamos a ir a un concierto de Beyonce así que fuimos todas a su oficina. Al llegar vimos la puerta cerrada y ya tuve un mal presentimiento… fue un shock”.
Ahora en el Ekaterimburgo está a sueldo de otro multimillonario, el magnate Iskander Makhmudov, que ha puesto el dinero para que renunciar a seguir haciendo el binomio WNBA-Europa. Una decisión que no quiere que se tome como un antes y un después para el baloncesto femenino: “No ha sido ni un golpe encima de la mesa ni nada parecido. Sólo es mi decisión personal. Mi agente que dijo que no hacer esto sería una irresponsabilidad desde un punto de vista financiero. Y la verdad es que eso sí que es un tabú que no entiendo. Parece que como eres deportista no deberías preocuparte por esas cosas. La gente quiere que no nos preocupemos por nuestro futuro, por cuando tengamos 40 años y nos cueste caminar porque tendremos las rodillas hechas polvo. ¿Me dará alguien entonces un trabajo en su empresa o su negocio? No tengo experiencia en nada más. Este es mi trabajo. ¿Por qué no tendría que dedicarme a ganar la mayor cantidad de dinero que pueda?”.