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REPORTAJE

Atlanta Hawks conquista a la NBA con 16 victorias seguidas

Juegan bien y arrasan en la Conferencia Este con una plantilla sin grandes estrellas que dirige Mike Budenholzer (discípulo de Popovich) y que ha desatado la ilusión en Atlanta.

¿All stars? Jeff Teague, Paul Millsap y Al Horford (al fondo) suenan como suplentes para el ‘All Star Game’ del 15 de febrero.

Cuando los San Antonio Spurs de Gregg Popovich levantaron su quinto título de campeón de la NBA el pasado verano, el baloncesto mundial se rindió a lo que ya era una evidencia: Pops entraba en el olimpo de mejores entrenadores de la historia. En esa plaza que comparte con leyendas como Phil Jackson (Chicago y Lakers), Red Auerbach (Boston) y Pat Riley (Lakers, Nueva York y Miami).

Pero en el éxito de los Spurs a lo largo de las últimas tres décadas (anillos en 1999, 2003, 2005, 2007 y 2014), no sólo tiene importancia la cabeza de Popovich y las manos de Tim Duncan, Manu Ginóbili y Tony Parker, también hay que darle crédito, y mucho, a varias cabezas pensantes que se sentaban a su lado en Texas. Una de aquellas mentes brillantes es Mike Budenholzer, ahora entrenador de los Atlanta Hawks, el segundo mejor equipo de la NBA, la mejor racha de la liga (16 triunfos seguidos) y artífice del mejor balance de la historia de la franquicia: 37-8, más de un 80% de victorias.

Budenholzer, que este verano cumplirá 46 años, nació en un pequeño pueblo de Arizona (Holbrook) y en su época de jugador fue reclutado por Popovich para jugar en Pomona College, la Universidad que el ahora técnico de los Spurs había ascendido de la nada a campeona nacional. El mismo año en que Budenholzer y Popovich iba a juntar caminos, Gregg se fue como asistente de Larry Brown a los Spurs. Era 1989. Cinco años después, y ya como entrenador jefe en San Antonio, Popovich llamó a Mike. Comenzó coordinando vídeos y acabó como mano derecha del jefe durante la época dorada de la franquicia. En 2013, después de 19 años en los Spurs, Atlanta le ofreció comenzar una carrera en solitario que en poco tiempo le ha puesto en portada de la NBA a nivel mundial: entrenará a la Conferencia Este en el All-Star Game y cuatro de sus jugadores suenan como reservas para el Partidos de las Estrellas: Jeff Teague, Kyle Korver, Paul Millsap y Al Horford.

Estos Spurs de Atlanta, como ya les ha denominado la opinión pública, juegan, con el permiso de los Golden State Warriors, el baloncesto más brillante de la NBA. Un equipo sin grandes estrellas ni grandes contratos (quinta plantilla más barata de la liga) y un juego basado en el pase, en ese ‘extra-pass’ que tan de moda puso San Antonio estos años. Son el equipo que más canastas consigue tras asistencia (68,6%) y uno de los que mejor tira (54,4% mezclando tiros de dos, triples y tiros libres), datos que reflejan un baloncesto sencillo: pasar hasta que el compañero tenga un tiro cómodo. Un baloncesto que en Estados Unidos llevaba la firma de Popovich.

Atlanta, eso sí, deberá hacer gala del crédito ganado en la fase más importante de la temporada, los Playoffs. Allí donde no ha pasado de semifinales en más de 40 años (sólo un título, en 1958 cuando jugaban en Saint Louis) y donde la lógica dice que vencen las grandes estrellas. Eso sí, Budenholzer y los suyos tienen, una vez más, un ejemplo: San Antonio Spurs.

La franquicia está en venta por un e-mail racista

La mejor franquicia del Este está en venta por un e-mail de contenido racista que envió Bruce Levenson, cabeza visible del grupo de inversores (Atlanta Spirit) al que pertenece el equipo, a otros directivos en agosto de 2012. A principios de enero, los propietarios aprobaron por unanimidad un plan para vender todas sus acciones. La venta incluye también los derechos de explotación del Philips Arena, la casa de los Hawks que este año ha vuelto a colgar el cartel de “no hay billetes”.