Spoelstra, Blatt, LeBron y una cierta sensación de déjà vu
Existe una cierta sensación de déjà vu ahora mismo en la NBA. Estamos a las puertas de 2015, pero parece que es 2010. Lo único que cambia es la zona geográfica y el villano. De Miami hemos saltado a Cleveland y de Eric Spoelstra a David Blatt. El resto del pastel parce ser el mismo. Con LeBron James incluido. El proyecto de los Cavaliers no arranca, al igual que no arrancaba el de los Heat, es un hecho en la clasificación y en las sensaciones ahora mismo y los rumores sobre la necesidad de clavar en una pica la cabeza del director de orquesta ya están ahí.
En 2010 la situación era similar. El proyecto heat del trío Wade-LeBron-Bosh (así era el orden establecido en esas fechas) bordeaba el abismo con sólo 17 partidos de vida. El balance 9-8, tras encadenar cuatro derrotas (Memphis, Indiana, Orlando y Dallas) en cinco partidos, desató el huracán. Los dimes y diretes sobre la espesa relación que mantenían James y Spoelstra eran el plato del día y Pat Riley, el entrenador del primer anillo de Miami y el presidente de operaciones que había creado el gran proyecto, ya era descendido desde los despachos al banquillo para sostener un timón que viraba hacia la nada.
Ahora, a caballo entre 2014 y 2015, los Cavaliers reviven ese monstruo. Los grandes proyectos suelen desatar fanatismo y nerviosismo a partes iguales y el de los Cavs, no iba a ser diferente. La humillante derrota ante los Pistons, el cuarto peor balance de la NBA, ha abierto una puerta que ya estaba entreabierta antes y, como Spoelstra, David Blatt es el malo de la película. El campeón de la pasada Euroliga con el Maccabi de Tel Aviv es el máximo culpable de llevar un balance 18-12 con una plantilla que todos suponían que ganaba partidos sin la necesidad de saltar a la cancha, es el culpable de la falta de unión en el equipo (“No somos un muy bien equipo”, manifiesta LeBron), es el culpable de la ausencia de sintonía con un vestuario que parece tener más confianza en su asistente Tyronn Lue que en él, es el culpable de que la defensa haga aguas ante cualquier rival y que el ataque no sea el Enola Gay soñado, es el culpable de que LeBron no parezca LeBron y que Kevin Love no sea Kevin Love (el único que es el mismo es Dion Waiters para sufrimiento de su técnico), es el culpable...
Pero puede que no sea así o que, simplemente, no sea el momento de ajusticiarlo. Riley demostró que gritar al cielo quejándose al mojarse, cuando la tormenta ya está cayendo, no es el camino. No se dejó influir por la aparente situación de ingobernabilidad que vivía el equipo y triunfó. El exentrenador supo que un proyecto de tal envergadura necesitaba tiempo. Tiempo para aclimatarse, para saber la posición de cada uno, sus filias y fobias, para que cada uno asumiera el ego del otro en el campo… y el resultado fue espectacular. Los Heat ganaron 12 encuentros seguidos y 21 en 22 partidos cuando la tormenta más descargaba. Acabaron esa temporada con 58 victorias y aunque cayeron en las Finales ante los Dallas Mavericks, las dos siguientes se quedaron en Florida.
Tiempo. Eso es lo que necesita el megaproyecto de los Cavaliers porque a pesar de la sensación de déjà vu ni Irving es Wade, ni Love es Bosh. Porque la situación de partida de los Cavs no es la misma que la que tenían los Heat. Y porque Blatt ha llegado nuevo, sin experiencia NBA y se le confió, con sus debilidades y fortalezas ya conocidas, esta idea de gran equipo, mientras que Spoelstra era un hombre de la casa, que creció desde los sótanos de la franquicia hasta ser el protagonista. Diferencias que no se deben dejar de lado a la hora de enjuiciar a Blatt, su papel y el futuro prometedor que tienen estos Cavaliers por delante. Tiempo, sólo necesitan tiempo.