Hace ya diez Navidades que nos abandonó, se nos fue joven, con apenas 40 años y tras pasarlo mal en su última etapa, pero dejó una huella imborrable en el baloncesto. Me refiero, claro, al Torneo de Navidad, por el que pasaron desde su creación en enero de 1966 (¡gracias, Saporta!) algunos de los mejores del mundo (Belov, Petrovic, Bobby Jones, McAdoo, Sabonis...). Hoy, lo más parecido a aquel torneo gigante es el Clásico de Navidad, anclado en estas fechas festivas desde 2007 (5-2 para el Barça).

Un reclamo en días sin fútbol. Una jornada de baloncesto para decidir líder con el Unicaja en medio y para resolver la supremacía honorífica en este 2014. Empate a cuatro en los duelos directos y empate a 35 victorias en Liga durante el año natural. El Barcelona llega tocado, con tres cupos lesionados, los tres escoltas (Navarro, Oleson y Abrines), lo que obliga a Pascual a dar paso a los canteranos Hakanson, Vila y Peno, y a realizar un descarte (quizá Nachbar). A cambio, se estrena el recién fichado Edwin Jackson­, máximo anotador del campeonato francés. “A ver si pensamos que en ese puesto están mal y luego nos matan”, avisa Laso.

El Barça, por encima de todo, juega en casa, en un Palau donde los blancos no ganan en liga regular desde abril de 2006, con Maljkovic­ en el banco y Rakocevic en la pista. Ya toca, dicen unos; ni de broma, responden los otros. Lo vemos.