LEYENDA KOBE BRYANT
32.310 veces Kobe Bryant
Pocos jugadores levantan tanto odio y admiración a la vez, pero de lo que no hay duda, es de que el '24' es uno de los más grandes de siempre por carácter, calidad y convicción.
Kobe Bean Bryant nació hace 13.263 días en Philadelphia, pero su nombre irá de por vida ligado al de otra gran ciudad de los Estados Unidos: Los Ángeles. Allí fue donde recaló cuando el 26 de junio de 1996 los Charlotte Hornets le eligieron con el número 13 del draft de aquel año para poco después traspasar sus derechos a los Lakers a cambio del gigante serbio Vlade Divac. A partir de ese instante, Kobe y los Lakers y los Lakers y Kobe han sido uno. Tanto para lo bueno (que ha sido mucho) como para lo malo (también ha habido momentos oscuros), sus caminos han ido cogidos de la mano. Por eso, el día de hoy no es sólo un día histórico para el mundo del baloncesto, la NBA y el propio jugador, sino que es una de las fechas más importantes en la gloriosa trayectoria de los de púrpura y oro.
Pero para llegar a los 32.310 puntos que hoy celebramos y que le han permitido superar nada más y nada menos que a Michael Jordan como el tercer máximo anotador de todos los tiempos en la mejor Liga de baloncesto del mundo, Bryant ha tenido que superar cuantiosas dificultades y retos personales y colectivos. El primero de ellos, hacerse un hueco sin haber pisado antes la universidad. Ahora, con la perspectiva de la historia a nuestro favor no nos parece un factor tan determinante, pero en aquella época el paso al profesionalismo directamente desde el high school resultaba una odisea de inciertas consecuencias. No bastaba con ser muy bueno, sino que había que demostrar un tesón y una convicción en uno mismo fuera de lo común. Ahí empezó la Mamba Negra a derribar ese muro, seguramente ayudado por los años que en su juventud tuvo que pasar lejos de casa: su padre, Joe Bryant, se fue a jugar a Italia tras dejar la NBA. El conocer otras culturas no sólo te abre tu mente, sino que acelera tu proceso de madurez. Allí en, el país con mayo presencia de monumentos Patrimonio de la Humanidad, Kobe se aficionó al fútbol y aprendió a hablar italiano y español (una lengua que años más adelante tanto rédito le daría cuando pasó a compartir vestuario con un tal Pau Gasol).
Aun así, su primer curso (1996-97) en la NBA no fue fácil. Sus números quedaron lejos de lo que luego nos acostumbró (25,5 puntos, 5,3 rebotes y 4,8 asistencias a lo largo de sus 19 campañas). Promedió 7,6 puntos en sólo 15,5 minutos en un equipo que ese mismo año se había convertido en el de Shaquille O'Neal. La llegada del pívot a LA, el más dominante de los últimos 25 años, provocó que este se convirtiera en el principal foco de atención. Una circunstancia que Kobe aprovechó para ir progresando y mejorando sus estadísticas año a año. Es más, ya en su segunda campaña fue seleccionado para el All Star Game. Una cita a la que, salvo lesiones, nunca ha faltado desde entonces y en la que es, junto a Bob Pettit, quien más MVP's ha ganado (cuatro). Su primer Partido de las Estrellas lo jugó en una cancha célebre: el Madison Square Garden de Nueva York. Allí, en el recinto con el mismo nombre, donde Muhammad Alí se convirtió en un icono global, el 8 de febrero del 98 Michael Jordan logró su tercer y último MVP en este evento y el por entonces '8' a sus 19 años y cinco meses se convirtió en el más joven de la historia en debutar en el show por excelencia del All Star. Ni LeBron James pudo batir esta marca. Ahora, 16 años después, podrá disputar su decimoquinto encuentro de este tipo en el mismo escenario y en la campaña en que dejó atrás a su maestro. Un guiño del destino.
Pero, sin embargo, su gran eclosión coincidió con la incorporación al banquillo de Phil Jackson. El Maestro Zen fue el técnico que le dio a Air sus seis anillos y el mismo con el que Kobe ganó sus cinco. Sin embargo, a diferencia del de los Bulls, sus tres primeros no los consiguió como jugador franquicia, sino como el escudero (de lujo, eso sí) de Diesel. Los Lakers de principios de siglo se llevaron los campeonatos del 2000, 2001 y 2002. Hasta la fecha, son la última gran dinastía de una Liga que dominaron con mano de hierro. Poco a poco, el equilibrio en el juego que había proporcionado Jackson entre dos monstruos competitivos (aunque de carácteres y formas de entender la vida opuestas) como eran el escolta y Shaq se fue agrietando. El primero cada vez copaba un mayor protagonismo en ataque conforme sus mejores años acechaban. Mientras las victorias se sucedieron nada importó. No había una pareja como la suya y sus egos aún podían coexistir en un vestuario que se vio descompuesto tras el descalabro sufrido en las Finales de 2004 ante los Pistons. Antes, en el verano anterior, Gary Payton y Karl Malone se habían sumado al proyecto angelino con el objetivo de reconquistar un anillo que los Spurs les habían privado en 2003. Aquella estrepitosa derrota de los Fantastic Four hizo saltar por los aires la cada vez más complicada coexistencia de un grupo viciado.
Phil Jackson no renovó su contrato y Rudy Tomjanovich se hizo cargo de la franquicia en la que acabó siendo la última temporada (2004-05) de la Black Mamba y O'Neal como compañeros. Por primera vez en su carrera, Bryant se quedó sin disputar los playoffs. Atravesaba por sus momentos más bajos. Justo un año antes, en octubre de 2003 había sido acusado de un delito de agresión sexual por supuestamente violar a una joven trabajadora de un hotel de Denver. Finalmente, y tras perderse varios partidos por tener que acudir a declarar, el jugador fue absuelto de dichos cargos y perdonado por su mujer, Vanessa Bryant, con la que tiene dos hijas: Nataly y Gianna. Para más inri, en su libro 'La última temporada: un equipo en busca de su alma' (publicado a finales de 2004), el Zen Master se despachó a gusto en su libro calificándole de "uncochable" (algo así como alguien imposible de entrenar). Al término de ese mismo curso llegó su divorcio con Shaquille. El pívot se fue a relucir sus kilos para infundir temor en los tableros de Miami al mismo tiempo que Bryant renovaba con los angelinos. Se cruzaron varios mensajes y no precisamente de amor.
Así comenzó su periplo por el desierto, aderezado con la vuelta de Jackson al banquillo. Arreglaron sus problemas y dejaron al margen el supuesto favoritismo del técnico hacia Shaq. Pese a ello, durante dos años y medio los Lakers a duras penas consiguieron clasificarse para las eliminatorias por el título (superar la primera ronda ya era una quimera), pero para satisfacción de los amantes del canasta, nos regaló tres actuaciones individuales soberbias: 62 puntos a los Mavs en diciembre de 2005, 65 a Portland en marzo de 2007 y, sobre todo, los 81 puntos con los que castigó a los Raptors una noche de enero de 2006. Será muy difícil volver a ver una exhibición individual semejante. Sólo Wilt Chamberlain y sus 100 puntos quedan por encima. Pero eran otros tiempos, los del blanco y negro.
En febrero de 2008 todo cambió. En uno de las operaciones que mayor impacto produjo en el equilibrio de fuerzas de la NBA, Pau Gasol recalaba en el Staples. A cambio de nada pareció por entonces. Algo que Marc Gasol se ha encargado de demostrar que no fue así. Con el catalán ya en el vestuario, Kobe (con el dorsal ‘24’ a la espalda) recibió en la primavera de 2008 su primer y, hasta la fecha, único MVP de la temporada. La Liga hacía así justicia con su estrella más rutilante de la primera década del nuevo milenio. Es más, puede que algunos de sus haters lo celebren, pero con el paso del tiempo muchos verán como una aberración que uno de los más grandes de la historia solo recibiera en una ocasión este galardón. Es más, tampoco ha sido elegido como Mejor Defensor en ninguna ocasión, un premio que siempre ha dicho que le encantaría recibir.
No importa, su legado será eterno y más gracias al salto de calidad que aportó Pau. Unos pocos meses después, el escolta conseguía volver a pisar una cancha con la pegatina de 'The Finals' sobre el parqué. Y ahora siendo el líder indiscutible del equipo. No pudo ser en 2008, era el año reservado para el regreso a la élite de los Celtics. La vieja y mítica rivalidad reverdeció laureles cuando en 2010 ambas franquicias se reencontraron tras el campeonato conquistado en 2009 por los amarillos ante las hordas de los Magic que lideraba un Dwight Howard que aún no ha vuelto a ser el que fue entonces. En 2010, y pese a una noche aciaga en cuanto a porcentajes se refiere, Kobe se armó de paciencia para acabar remontando un séptimo partido que los Lakers tuvieron perdido en algunos momentos. Pese a la ola de indignación que en algún sector en España levantó que no lo fuera el mayor de los Gasol, recogió su segundo MVP de las Finales.
A partir de aquel instante, poco a poco se fueron viniendo abajo los cimientos de aquel equipo ganador. Tras el descalabro en los playoffs de 2011, Phil Jackson se echó definitivamente a un lado. Los intentos por reconstruir la embarcación con los fichajes en 2012 del susodicho Howard y Steve Nash fueron en vano. El barco hacía tiempo que estaba predestinado a ir pique. Así se llega a la situación actual de un equipo que aún hoy busca encontrarse a sí mismo. Un largo camino por delante, pero del que su capitán (pese a las lesiones) nunca ha renegado. Son 32.310 razones las que Kobe nos ha dado hoy para amarle, odiarle o ambas a la vez. Ya se sabe, normalmente, los mejores jugadores suelen generar un número similar tanto de alabanzas como de críticas (ahí podremos decir lo de que es el jugador que más tiros ha fallado en la historia). De acuerdo, pero Kobe Bryant es uno de los más grandes siempre por carácter, calidad y convicción. Que no quepa ninguna duda.