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Liga Endesa

Walter Tavares: 220 centímetros que apuntan directos a la NBA

Walter Tavares (Maio, 22-03-92) lleva sólo cuatro años jugando al baloncesto, pero su altura (2,20) y su envergadura (2,40) le han convertido en un pívot intimidador.

Walter Tavares.
Walter Tavares.Carlos Díaz-Recio

El único deporte que contaba con entrenador en Maio era el balonmano. Mi madre lo había practicado y por eso lo elegí”, recuerda Walter Samuel Tavares. Llegó en 2009 a Gran Canaria, procedente de esa isla de Cabo Verde. Hasta entonces estudiaba, ayudaba en un pequeño negocio familiar y se divertía jugando al fútbol y al balonmano. ¿Y el baloncesto? “Había pisado dos o tres veces una cancha”, cuenta desde sus 21 años, 2,20 de altura y 2,40 de envergadura.

Joachim, un alemán que vivía cerca y que tenía un amigo en la cantera del Granca, le preguntó si se atrevía con el basket. Unos meses después estaba en Gran Canaria. “Cada día entrenaba duro para que no fuera el último. Todo era nuevo para mí, así que pensaba que me podían mandar de vuelta”, explica Edy, como lo llaman sus compañeros después de que su abuelo, sin suerte, se empeñara en que ese fuera su nombre. Pero llegó para quedarse. “A veces me gustaría ser invisible”, dice por la continua atención que despierta por su altura. “La mayoría se acerca a preguntar con respeto, pero no todos”. Y es que al chico que hay detrás del jugador ACB, el que tiene una “amiga especial” —le gustan altas— y al que le gustaría estudiar informática y disfruta con los videojuegos, su talla le condiciona. “Es una odisea encontrar ropa, y la que ves no es para tu edad ni tu peso. Y del calzado mejor ni hablar. Mi agente me ayuda, pero sólo tengo playeras”.

Su vida está llena de retos. Vive en la residencia del club, donde descansa en una cama de 2,40, pero en los hoteles le toca “dormir con los pies fuera o encogido”. En los aviones, los vuelos se le hacen eternos y, a veces, no le queda otra que sentarse en una butaca común, rezando para que el de delante no recline su asiento. Con todo, Big Edy no se queja: “Hay que aceptarse como uno es y a mí esto me permite jugar”. La NBA es su único límite. Cleveland y Memphis ya siguen los pasos de este gigante al que nada parece que vaya a apartarle de su humildad.