AS COLOR
PortadAS
Resumen semanal de las primeras páginas
Los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 tendrán que esperar. Al menos para el entretiempo nos queda un recuerdo: los JJOO de Japón en el año 1964. Algunos los bautizaron como los Juegos Perfectos, capaces de sanar una nación salpicada tras la Gran Guerra e incorporar la tecnología a nuestras vidas. En aquel tiempo EEUU y la URSS trasladaron su conflicto a las medallas, en las que se impuso Estados Unidos, no por mucho.
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"Con el tiempo no se juega", es la frase que renombran los deportistas de élite. El aplazamiento de los Juegos es una herida para sus calendarios. Al principio escuece, pero no tardarán en ponerse bien. Teresa Portela es un ejemplo de ello. Aún sin la gloria de Pau o Nadal, buscará en sus últimos JJOO alcanzar el metal. El confinamiento no la detendrá: la palista de Pontevedra llegará a Tokio con 39 años y una casa con jardín. Al mal tiempo buena cámara.
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La espera del COI para alargar su decisión ha desnudado un deporte cada vez más preso del dinero. La solución estaba clara. El 2021 queda lejos, y más en esta situación; esperemos que por esas fechas ya seamos un mundo mejor. Hay tipos que se lo toman con optimismo, como Alejandro Valverde. El ciclista español aprovechará el aplazamiento para estirar su carrera. Y avisa: quiere el oro en Tokio con 41 años. Por la cuarentena planea dejarse barba.
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Ya nos vamos acostumbrando a encender la PlayStation en vez de salir para el estadio. En el Fifa uno de los jugadores que más rinde es Pogba, otra vez en la primera línea de los fichajes del Madrid. Como yo tengo mi opinión cerrada le pregunté a mi colega Onrubia. A veces no sé si la gente que nos hace dudar es la buena o la mala. "El problema de Pogba es que no asegura ningún nivel, puede volver a ser el mejor centrocampista del mundo, como en el Mundial de 2018, o mostrar su cara del United". Como la cuarentena se alargue un mes más todos le acabamos fichando, pero en el Fifa.
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Este virus nos ha hecho desviar los aplausos desde la grada al balcón. Y también ha cambiado a nuestros protagonistas. Ya no veneramos a Messi y sí a Desi, Miriam, Mati, Julia y Paula, que salvan vidas. Las admiramos, porque siempre lo recordarán. Y también muchos las recordarán, por haberles ayudado.
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Con la crisis del coronavirus los futbolistas parecen razonar mejor que los dirigentes. Solo hace falta leer la entrevista a Ter Stegen en El País, en la que confirma lo que ya intuíamos: el alemán pasa sus días confinado entre la lectura y la cocina. En su club, igual que en el Atlético de Madrid y el Alavés, los mandatarios han optado por el ERTE. Una medida que también confirma lo que intuíamos: el fútbol, una de las industrias más poderosas, solo ha tardado tres semanas en saltar por los aires. Esto funciona así: mal.
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Cuando parecía que Mbappé rompería todos los récords salariales y a unos meses de vivir el verano con los fichajes más desorbitados de la historia, el fútbol ha dicho basta. Este parón agobiante e indefinido está reduciendo el deporte rey a una dimensión peligrosa: no eran tan importantes. Cuando vuelva todo a su curso, los fichajes ya no serán igual. Galácticos a la baja, un motivo más para creer en el Getafe como equipo Champions.
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