AS COLOR

PortadAS

Resumen semanal de las primeras páginas

Benzema dio el derbi al Madrid tras una jugada sensacional. Mendy, tras cinco meses de ensayos, dio su mejor pase con la izquierda, cuando ya todos pensábamos que era más diestro que zurdo. Vinícius, tras cinco meses de dudas, mezcló la pausa con su efervescencia. Y Karim, tras largos años de lagunas, puso los goles ganadores sobre la mesa. El resto lo hizo Fede Valverde.

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El Madrid y el Atleti chocaron en su momento más desigual. Los blancos, tan sólidos como Valverde y Mendy. Los de Simeone, tan irregulares como Joao Félix. El desenlace estaba escrito: la primera parte sería para el Atleti. El problema de los colchoneros ha sido la falta de talento, traducida en la ausencia de gol. El precio de Griezmann y Godín. Los de Zidane se fijaron en sus vecinos: para ganar, todos tendrían que trabajar.

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Garbiñe Muguruza ha vuelto para recordarnos que es la tenista más pura. Aparece para ganar Grand Slams de forma esporádica, como si su tenis se guardara en frasquitos. Y luego desaparece, desaparece, porque el talento no dura todo el rato. Esta vez no cayó en la final, pero la disfrutamos como si fuese la última noche de colonia.

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Vinícius ha vivido una semana tan ideal como merecida. Fue el jugador más destacado en la Romareda y brilló en el derbi, demostrando una madurez y un desparpajo que al fin maridan. El brasileño es un ejemplo para tantos otros, siempre aparcó su ego y ya es importante, porque el equipo le necesita.

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El Madrid ganó en Zaragoza con un ejercicio completo de fiabilidad. Ni una fisura en un equipo convencido, ilusionado y preparado. A algunos les pareció todo tan correcto que a ratos se aburrieron, acostumbrados ya a las montañas rusas blancas. Por poner dos peros: el encaje de Marcelo y Jovic y buscarle más minutos a Brahim.

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Kobe ya es leyenda. El recuerdo del mundo entero así lo prueba. La historia de un deportista inigualable, que elevó al baloncesto hasta la máxima dimensión. Una historia de muchas luces y alguna sombra, como en la vida de tantos. Kobe, además de sus puntos, dejó un discurso: cada día hay que mirarse al espejo e intentar ser mejor deportista y mejor persona. Perdonar, trabajar, mejorar.

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La vida es así, tan maldita como bonita. Kobe Bryant nos dejó en otro episodio que lo evidencia. Leer para creer, pensamos todos el domingo. Kobe vivirá más allá de lo que viven las personas, porque nunca olvidaremos su legado. Shaquille O’Neal le honró mejor que nadie con su verdad y todas sus lágrimas. Por él y por las personas que corrieron la desventura de volar en ese helicóptero.

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