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Aviso de EEUU a Corea del Norte: la decisión que sería el “fin” de Kim Jong-un

Joe Biden se pone firme y advierte de que cualquier ataque nuclear lanzado por Pyongyang tendría consecuencias fatales para el país y su régimen.

LEAH MILLISREUTERS

Las relaciones entre Corea del Norte y Estados Unidos se encuentran en un punto muerto. No porque se hayan estabilizado, sino porque se han enrocado en un clima de continua e imperecedera tensión. Una paz armada que amenaza desde hace décadas con romper los muy frágiles equilibrios de la región. Para Pyongyang, el arsenal nuclear es una póliza de seguros que permite la subsistencia en clima crecientemente hostil. Algunos de los actores más prominentes de la zona, como Japón o Corea del Sur, están cada vez más alineados con las posiciones y los intereses de Washington.

Para los norteamericanos la cuestión coreana tiene implicaciones profundas que van mucho más allá de la política, a veces rozando el ámbito del folclore. Ni la población ni los dirigentes del país han olvidado que, a mediados del siglo pasado, miles de sus soldados perecieron en una guerra encarnizada cuyo objetivo principal era contener el avance del comunismo en el continente asiático en general y en la península coreana en particular.

El recuerdo de este episodio es particularmente doloroso para ellos, pues no se consiguieron muchas de las metas. La colisión se saldó con un empate que tuvo, sin embargo, amargo regusto a derrota. Prueba de ello es una Corea que sigue partida en dos, con el Norte comunista, aislacionista e inmovilista y el Sur pro-occidental, globalista y liberal. La guerra civil es un volcán, inactivo por el momento, que amenaza cada cierto tiempo con volver a erupcionar.

Fuegos belicistas

La política exterior de Estados Unidos para con el régimen Juche ha sido un péndulo a menudo movido por ráfagas de viento que soplaban en direcciones opuestas. Los presidentes de los últimos 60 años han tenido discrepancias fundamentales en su forma de aproximarse a esta candente área del mundo. Paradójicamente, esta división no siempre ha venido marcada por líneas ideológicas. Mientras que Donald Trump consiguió un cierto acercamiento -amenazas mediante- con Kim Jong Un -llegando incluso a reunirse con él-, sus predecesores republicanos han sido notablemente más proclives a incentivar el aislacionismo norcoreano.

Algo que extraña a los extranjeros es que, a pesar de la idea generalizada de que son los conservadores los que proclaman el intervencionismo internacional estadounidense, el historial demócrata es más otanista -y más optimista, en general, con todos los organismos multilaterales como la ONU-. Joe Biden ha dado buena muestra de esta tradición idealista y liberal que está impresa en el ADN del Partido Demócrata. Sin medias tintas. Ha asegurado que cualquier tentativa de ataque nuclear de Corea del Norte significaría “el fin del régimen”. Lo ha hecho, además, con el presidente surcoreano, Yoon Suk-yeol, a su vera, que se encuentra en la Casa Blanca de visita.

La reunión bilateral ha tenido como objetivo abordar la escalada de tensión entre los dos vecinos peninsulares, así como concretar los planes de defensa conjunta del territorio sureño. Si bien Seúl se ha comprometido a resistir la tentación de manufacturar arsenal nuclear propio, Estados Unidos a asistir a su aliado en caso de ataque. Por primera vez en años, un submarino nuclear estadounidense atracará en un puerto coreano. Una advertencia que, se espera, sirva para disuadir a Pyongyang y mitigar los fuegos belicistas que se propagan por el intestino de su clase dirigente.

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