Excepcional hallazgo en una cueva española: tendrá repercusión mundial por su importancia
Un fósil humano de más de un millón de años cambia el panorama de la evolución humana en Europa.

En el primer día de excavación en la Sima del Elefante, en Atapuerca, en 2022, el estudiante de arqueología Edgar Téllez descubrió un hueso facial cubierto de barro y con raíces dentales intactas. Este fósil, datado en más de 1,1 millones de años, resulta ser el rostro más antiguo encontrado en Europa Occidental, superando a todos los fósiles anteriores en la región.
Este descubrimiento, publicado recientemente en la revista Nature, representa una pieza clave en la comprensión de la migración de los humanos primitivos por Europa. Según la paleoantropóloga Maria Martinón-Torres, directora del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) y líder del Proyecto Atapuerca, el fósil encontrado corresponde a un Homo erectus, una especie que se había dispersado por África y Asia, y que ahora también está presente en Europa Occidental. Este descubrimiento confirma que el Homo erectus llegó a Europa mucho antes de lo que se pensaba.
Hasta hace poco, se pensaba que los primeros fósiles humanos en Europa databan de hace unos 800.000 años. El único indicio anterior era un diente y algunas herramientas de piedra de 1,4 millones de años encontradas en la región. Sin embargo, el fósil encontrado ha cambiado este panorama. Este fósil de rostro, que muestra una estructura facial similar a la de los Homo erectus, ha ofrecido una visión más clara sobre la presencia humana en la región durante el Pleistoceno temprano, hace entre 1,1 y 1,4 millones de años.
Un rostro de hace más de un millón de años
El fósil, que pertenece a un fragmento de la parte media de la cara, posee características distintivas de los Homo erectus, como una nariz primitiva, menos pronunciada que la de los humanos modernos. Sin embargo, presenta diferencias notables con otros ejemplares de la misma especie encontrados en África y Asia, lo que ha llevado a los investigadores a clasificarlo como Homo erectus “affinis” o afinidad con Homo erectus. Este hallazgo contribuye al debate sobre la diversidad de especies humanas en Europa durante esta época.
Los estudios han demostrado que, en la región de Atapuerca, diferentes especies de homínidos coexistieron durante un periodo de 200.000 a 300.000 años. Martinón-Torres sugiere que el Homo erectus o sus parientes cercanos llegaron primero a Europa Occidental, pero se extinguieron o se retiraron cuando las condiciones climáticas se volvieron más frías, hacia hace unos 900.000 años. Posteriormente, el Homo antecessor, cuya existencia ha sido confirmada en Atapuerca y otras partes de Europa, podría haber llegado a la península ibérica desde Europa Oriental o África.
Este hallazgo tiene repercusiones significativas en el estudio de la evolución humana. Según Mirjana Roksandic, paleoantropóloga de la Universidad de Winnipeg, la nueva evidencia encaja con otros descubrimientos arqueológicos en los Balcanes, que muestran que los primeros homínidos pudieron haberse refugiado en zonas de Europa durante los periodos de frío extremo, para luego expandirse al resto del continente. A medida que los glaciares retrocedían, estos homínidos habrían seguido el rastro de los animales y se habrían dispersado por Europa y Asia.
Para los investigadores, este hallazgo no solo redefine las migraciones humanas, sino que también abre nuevas preguntas sobre los orígenes del Homo antecessor y su posible relación con las primeras poblaciones de África del Norte. Katerina Harvati, paleoantropóloga de la Universidad de Tubinga, señala que se debe seguir investigando la conexión entre los primeros fósiles humanos en el norte de África y los encontrados en la península ibérica, para entender mejor los movimientos y la evolución de las especies humanas.
En palabras de Maria Martinón-Torres, este fósil es “la evidencia largamente buscada que nos da una idea de quién se movió, a dónde se movió y cuál fue el resultado de la evolución humana en Europa”. Este descubrimiento no solo enriquece nuestro conocimiento sobre los primeros habitantes de Europa, sino que también impulsa nuevas líneas de investigación que podrían tener un impacto significativo en el futuro de la paleoantropología.
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