De lágrimas y milagros
Sonaba el himno y Nadal contenía las lágrimas. Por su mente cruzaban siete meses de dolor, de angustia, de visitas al doctor Mikel Sánchez en Vitoria y a su fiel Ángel Ruiz Cotorro en Barcelona. Horas de rehabilitación en piscina, de natación en el mar embutido en un neopreno, de no querer ver tenis para no endemoniarse, de apoyar a los deportistas españoles en los Juegos de Londres por Twitter porque perderse esa cita le hizo tanto daño que ahora se ha fijado como gran objetivo llegar a Río 2016.
En ese tiempo, Toni Nadal le hacía ver que en la vida hay peores dramas, que él era un privilegiado. Un competidor de su talla se presentó en Viña del Mar el 6 de febrero con una frase realista, y preocupante. Con una tremenda incertidumbre: “Ahora no pienso en ganar, sólo importa la rodilla”. Desde entonces, nueve torneos, nueve finales y siete títulos. “Un milagro”, calificaba entre lágrimas su tío tras la histórica semifinal ante Djokovic. Un milagro, sí. Un ejemplo también, tras siete meses de pesadilla.