Carlos Sainz culmina el viaje de Marco Polo

Un niño de doce años, con una enorme cámara de fotos, en sus manos se acerca a Carlos Sainz y le pide una firma en su camiseta, después mira el autógrafo del campeón, lo besa y sonríe. Se llama Rakmed Raskinov, trabaja en uno de los escasos periódicos de Turkmenistán y es feliz. "El 'Matador', tengo al 'Matador' en esta camiseta, no me la volveré a poner", grita entusiasmado.

Sucedió en la insólita ciudad de Asjabad, un oasis en el desierto construido por el dinero del gas y el petróleo, con edificios enormes y amplias avenidas, en un universo que parece falso, entre caballos, trapecistas, árabes y enormes fotos del presidente donde se escuchó la palabra España justo antes del nombre del ganador del primer raid de la Ruta de la Seda.

El madrileño tuvo que aguantar casi cuatro horas de ceremonia de clausura de esta carrera en un rincón del fin del mundo, donde más allá de las pequeñas montañas están Irán y Afganistán al otro lado. El día comenzó con el primer acto oficial, a las doce, tras casi dos horas esperando, en un lugar perdido donde se construyó el improvisado campamento para los presidentes. Los dirigentes de los tres países por los que ha transcurrido esta prueba (el ruso Medvédev, el turkomano Berdimujammédov y el kazajo Nazarbáyev) estaban allí para demostrar su apoyo a este raid y convertirlo, según palabras del que fuera delfín de Putin, en el más importante del planeta, incluso más que el Dakar. Anunciaron que el próximo año se repetirá y es muy probable que Azerbayán también sea nación de paso.

Después, una especial testimonial. Y victoria, segunda de la carrera, para De Villiers. El ganador del Dakar, tercero en la general, no ha demostrado una gran forma ante un Sainz, tercero ayer, tranquilo, disfrutando de la victoria junto a su copiloto Lucas Cruz. Ahora tras conseguir el reto de Marco Polo, la mirada del Matador ya está en el sueño del Dakar.

RUTA DE LA SEDA