Con 10 y sin suerte el Granada no sale de zona de peligro
Se adelantó con un polémico gol de Rochina, cuando ya había sido expulsado Barral. En el 81 el Espanyol empató gracias a un autogol.
El Granada rozó la machada, jugó más de una hora con diez hombres, tuvo la victoria entre sus dedos y vio volar dos puntos de Los Cármenes tras un autogol de Miguel Lopes. Hizo un notable esfuerzo el equipo rojiblanco, pero tuvo que remar contra Barral, que se autoexpulsó en el minuto 27, y contra la inacción de su técnico, que no agotó los cambios con su equipo fundido. Jose González esperó hasta el minuto 91 para hacer la segunda sustitución.
El Espanyol, por su parte, volvió a las andadas. A esa versión gris y timorata de tantas jornadas esta temporada. Sólo apretó cuando a su rival le fallaron las fuerzas y tuvo que precisar de una carambola en forma de autogol para sumar un punto después de jugar 65 minutos con uno más.
No se puede explicar el partido sin la roja infantil y absurda que vio David Barral. El delantero le pegó un tiro en el pie a su equipo. Sacó dos veces el codo a pasear y el árbitro le mandó justamente a la ducha. "Nos estamos jugando la vida", gritaba en la banda Jose González al asistente. La bronca, esta vez, debió ser para el gaditano. Fue él quien dejó a su equipo al borde del precipicio. Minutos antes las protestas habían salido del banquillo catalán. Hernán Pérez pidió penalti de Ricardo Costa, pero González González miró para otro lado.
La expulsión de Barral encendió a la grada y desempolvó el orgullo del Granada, hasta entonces desaparecido en ataque. Success buscó varias veces las cosquillas a Javi López y Rochina aprovechó un rechace tras una de sus internadas para batir a Pau. El Espanyol comenzó el partido perdido y tampoco se encontró con un jugador más sobre el campo.
En Los Cármenes los periquitos ofrecieron su cara B, la que estuvo a punto de costarle el puesto a Galca hace algunas semanas y la que le ha hecho temer por su continuidad en Primera en determinadas fases de la temporada.
Al Granada le bastó con dejarse guiar por Rochina para mantener el botín a salvo durante el comienzo de la segunda mitad. Sólo encontró opciones el Espanyol cuando el físico empezó a abandonar a los locales. Y a balón parado. Hasta que un centro de Hernán Pérez, el más incisivo de los visitantes, lo introdujo involuntariamente Miguel Lopes en su portería.
Cuesta entender la pasividad de Jose González. Su equipo estuvo con diez desde el minuto 27 y a pesar de tener a muchos de sus futbolistas al límite de sus fuerzas, Jose no hizo el segundo cambio hasta el descuento. Inaudito. Al Granada le faltó fuelle y la agilidad de su técnico para amarrar un partido que tuvo en la mano pese a la jaimitada de Barral. El punto, por diferencia de goles, le saca del descenso. Al Espanyol le faltaron ideas y ocasiones. Pero le sobró suerte.