Esto es lo que ocurre en tu cerebro desde que escuchas una broma hasta que te ríes
"¿Qué te molesta más, la ignorancia o la indiferencia?" "Ni lo sé, ni me importa". Diferentes teorías explican el humor como consecuencia de una actividad cerebral
Los juegos de palabras y los chistes ponen a prueba nuestra lógica. Pero, además, nos resultan divertidos. ¿Qué sucede en nuestro cerebro para que, segundos después de escuchar o leer una sucesión de frases aparezca la magia de la risa?
“Los buenos chistes hacen que durante unos segundos el cerebro se quede en una especie de suspensión hasta que finalmente encontramos el sentido a la frase”, explica Inmaculada Pérez Tamargo, neuropsicóloga y directora de Sábilis, Centros de neurodesarrollo ubicados en Oviedo y Valladolid. “Cuando el cerebro lo encuentra, se activa el circuito de recompensa generando dopamina y ello nos produce satisfacción. Dependiendo de la intensidad de la experiencia, se activarán determinados músculos de la cara, se alterará nuestra respiración y haremos unos sonidos particulares pudiendo producir desde una sonrisa hasta una sonora carcajada”, añade la experta.
Un trabajo de equipo en el cerebro
Lo que finalmente nos hará comprender la diferencia entre un “hace frío” dicho literalmente y un “menudo frío, ¿eh?”, expresado en un día de mucho calor, se encuentra en un procesamiento que se inicia en los lóbulos temporales de ambos hemisferios. “El área de Wernicke, situada en el hemisferio izquierdo, analiza el contenido más literal del mensaje, mientras que el hemisferio derecho examina la prosodia del mensaje: el tono, la musicalidad y el contenido emocional”, afirma Pérez Tamargo. Se trata, pues, de un trabajo en equipo llevado a cabo entre ambos lados del cerebro, como ya demostraran en una investigación las doctoras McHugh y Buchanan del Departamento de Psicología de la Universidad de Windsor (Ontario, Canadá). En su experimento, unas veces lanzaban el mensaje al hemisferio derecho y otras al izquierdo, en cuyo caso era siempre procesado por el lado contrario. A la hora de medir el tiempo que tardaban los sujetos en entender la broma, observaron que cuando se procesaba en la parte izquierda del cerebro (lado del lenguaje por excelencia), los chistes se cogían antes.
“Tanto para captar como para elaborar chistes hemos de conectar ambos hemisferios: la parte emocional con la racional”, aclara la directora de Sábilis, “algo difícil de conseguir si existe algún tipo de daño cerebral en áreas del hemisferio derecho, en el Mesencéfalo o en el Téctum, entre otros”. En estos casos “la persona verá afectada su capacidad de entender los dobles sentidos, la ironía o el sarcasmo”.
Un ‘brain training’ saludable
El trabajo mental implicado en la construcción y comprensión de chistes o trucos verbales “constituye uno de los mejores y más completos entrenamientos para el cerebro, ya que permite su integración funcional, además de tener otros beneficios a nivel orgánico, como la mejora de la circulación sanguínea y la oxigenación”. La neuropsicóloga afirma que practicar el humor será siempre positivo para el organismo: “En primer lugar, genera una bioquímica en el cerebro que mejora nuestro sistema inmunitario”. Este hecho se comprobó mediante un estudio en el que realizaron una medición de la inmunoglobulina A en la saliva antes y después del visionado de una película cómica, observando un aumento en dicha proteína, encargada de identificar y neutralizar diversos agentes patógenos.
Sin embargo, reírse no siempre es síntoma de buena salud.“La risa loca es un tipo de risa patológica que no responde a ningún evento gracioso, no está bajo el control voluntario y no es sentida emocionalmente por el paciente como algo agradable”. Más bien es un síntoma de que algo no va bien, ya que puede indicar algún tipo de lesión en el cerebro o un accidente cerebro-vascular.
Del sentido del humor a meter la pata
El humor negro es otro de los contenidos más recurrentes al margen de la lateralidad cerebral y pone de manifiesto cómo el lado cultural e incluso el momento podrán determinar si un chiste hace gracia o si, por el contrario, es de mal gusto. Para explicarlo existe una hipótesis elaborada por A. Peter Mc Graw y Caleb Warren. Según enunciaron en su teoría conocida como violación benigna, no nos reiremos de un tropezón si el que tropieza se parte la crisma, ni habremos de hacer bromas cuando, tras el paso de una tormenta tropical, queda arrollada toda una población. Por el contrario, existe una serie de códigos éticos que determinan cuándo algo puede considerarse gracioso. Deben darse necesariamente tres condiciones:
- La situación es una violación de la norma, en el sentido de “generarse algo inesperado que amenaza nuestra comprensión habitual de las cosas creando una controversia que se ha de resolver de una manera creativa y distinta”, como explica también por su parte Pérez Tamargo.
- La situación es benigna y no hay consecuencias graves que lamentar.
- Ambas cosas, la amenaza de nuestra visión del mundo y la percepción de buenas intenciones, suceden a la vez.
En suma, la bienintencionalidad es importante. Quizá por eso uno debe pensárselo dos veces antes de hacer gracias en Twitter.
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