Tres puntos de sufrir en Ipurua
Un solitario tanto de Gameiro en el primer tiempo dio los tres puntos al conjunto de Simeone, superado en la segunda por un Eibar que siempre se topó con Oblak.
Sin Costa, el Atlético regresó a los tiempos preCosta. Marcar y levantar el frontón. Brilló 26 minutos, los primeros, después resistió a las embestidas de un Eibar que había comenzado el partido con la ambición de instalarse en el córner del Atleti, en las piernas de Ivi. La respuesta fue un equipo en tromba hacia la portería de Dmitrovic, como si los rojiblancos quisieran resumir en una carrera toda la lluvia que caía del cielo en Ipurua. Rapidísimo se escapó a la portería de Dmitrovic. Triangularon Vrsaljko y Griezmann, el balón acabó en las botas por las que últimamente parten todos los caminos al ataque del Atleti, las de Correa. Pero esta vez se quedó a medio camino de nada. Ni chutó ni centró a Gameiro, la pelota se fue fuera. Su intento de tango se lo comió la lluvia, acariciando el palo. Allí quedaba, sin embargo, su tarjeta de visita.
No tenían piernas, sino ruedas. Robaban en la medular y corrían endiabladamente cada vez que cazaban un balón los rojiblancos. Se las había atornillado el día anterior Simeone en los pies, con su entrenamiento. “Rapidez en las transiciones de ataque-defensa”, ordenaba. Sus jugadores disponían sobre la hierba mojada. La lluvia afilaba el balón en Ipurua, capaz de cortar la hierba de camino a portería si los pies que lo dirigían eran rojiblancos.
Con Thomas haciendo de Gabi y mayor fortaleza en el centro, el Atleti iba deshojando oportunidades. La segunda la lanzó alta Koke, en el segundo palo, después de un carrerón de Vrsaljko y otro de esos centros al segundo palo que de su pie salen con sello de gol. Encogido el Eibar bajo la tromba rojiblanca, se quedó desnudo bajo la lluvia, sin ninguna de esas prendas (fútbol directo y rápido aliñado con sudor, mucho sudor) que tanto le cuentan. Los chispazos de Ivi o Enrich en sus escapadas eran su única resistencia, sin ocasiones, y un partido de fútbol es la guerra. O matas o te matan. Así es. Tenía Simeone el arma ideal: Griezmann.
Enrich obligó a sacar un balón en la línea a Oblak en el primer disparo a puerta. Ay, a partir de ahora todos llegarían en esa portería. El Cholo le puso músculo a su centro con la entrada de Augusto y Mendilibar provocó la primera ocasión del Atleti en la segunda parte con un cambio en su centro del campo. Salió un Jordan que le había sujetado el centro, debutaba Diop. Griezmann se coló para obligar a Dmitrovic antes de dejarle su sitio a Torres. Cuando quedaban poco menos de diez minutos la tormenta se anunciaba sobre la portería de Oblak, que salvaba sobre la línea un cabezazo de Oliveira.
De repente el Eibar parecía tener fauces en los pies. De repente la lluvia calaba aún más. De repente hacía más frío. De repente el Eibar parecía haber acelerado el reloj, los latidos del partido. Inui quiso confirmarlo con un disparo sobre Oblak a bocajarro al que el portero respondió con un salto de gato para despejarlo como si tuviera repelente de balones en los guantes. Cada pelota, llevaba dientes, mientras el Eibar seguía llenando el césped de sudor y papeletas para el empate. Los últimos tres minutos fueron de los que envejecen. El Eibar apretaba el cuello del Atleti. El tiempo parecía detenido mientras el Eibar no dejaba de sumar ocasiones. Pero Kike García cruzó demasiado un cabezazo tras pase de Diop. Y falló Enrich. Y falló Oliveira. Y Mateu se llevó al silbato a la boca, no para castigar con penalti una mano de Augusto que pidió el Eibar, sino para detener la lluvia sobre el Cholo en Ipurua: al abrir la mano la tenía blanca, de tanto apretar, pero con tres puntos más.