Mercè Boada, neuróloga: “Los mayores de 65 años no pueden limitarse a una frutita y a lo mejor un yogur”

Cuidar la alimentación tras la jubilación es clave para prevenir enfermedades como el alzhéimer y tener un “cerebro saludable” a los 80 o 90 años.

Mercè Boada, neuróloga: “Los mayores de 65 años no pueden limitarse a una frutita y a lo mejor un yogur”
Marta Rodríguez Peleteiro
Su trayectoria en Prisa comenzó en AS, en 2006, en la sección de Cierre. Posteriormente asumió la coordinación de la revista AS Color y la redacción de los blogs Match Point y Erratas de Campo. En 2017 pasó a formar parte de PrisaNoticias, en el control de producción de El País y AS, y volvió a AS a finales de 2022, como redactora de Tikitakas.
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A medida que pasan los años, el cuerpo experimenta cambios naturales que influyen en la energía, el metabolismo y la forma en que se procesan los nutrientes. Por eso, a partir de los 65 años, la alimentación deja de ser solo una rutina y se convierte en una herramienta esencial para mantener la vitalidad, la autonomía y la calidad de vida. Comer bien no es cuestión de seguir reglas estrictas, sino de adaptar la dieta a las nuevas necesidades del organismo.

Con el envejecimiento, el metabolismo suele hacerse más lento y las necesidades energéticas pueden reducirse. No obstante, el cuerpo sigue requiriendo una buena cantidad de vitaminas, minerales y proteínas para funcionar correctamente. Además, el apetito puede variar, el sentido del gusto puede perder intensidad y, en algunos casos, la digestión se vuelve más delicada. Estos factores hacen que sea especialmente importante elegir alimentos que aporten mucho valor nutricional en porciones razonables.

Así lo confirma la neuróloga Mercè Boada, quien en una entrevista para el portal 65ymás apunta que los mayores no pueden limitarse a “una frutita y a lo mejor un yogur” para cenar. “Póngale un poco más de proteína. ¿Por qué no una tortilla o un poco de jamón? ¿O dos sardinas?”, añade la doctora, quien se decanta por comidas sencillas para estas personas, pero también muy nutritivas, con proteínas, verduras, aceite de oliva y legumbres.

Enamorarse de la vida

Además, más allá de los nutrientes, la alimentación también es una experiencia social y emocional. Comer acompañado, mantener horarios regulares y disfrutar de los alimentos que gustan aporta bienestar y favorece una relación más sana con la comida. La constancia suele ser más efectiva que perseguir cambios bruscos.

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La doctora apuesta también por aprovechar la nueva etapa de la jubilación, sin la presión del trabajo, para “enamorarnos de la vida” y volcarnos en las cosas que nos hacen felices, como las aficiones o las relaciones sociales con amigos y seres queridos, acumular experiencias y, por qué no, seguir aprendiendo. En definitiva, una forma de tener un “cerebro saludable” a los 80 o 90 años.

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