Alimentación

Hay una razón científica que justifica que mojar galletas en leche es la mejor mezcla del mundo

La leche de vaca es muy rica en moléculas emulsionantes que permiten percibir de manera más suave y homogénea la grasa de las galletas.

Hay una razón científica que justifica que mojar galletas en leche es la mejor mezcla del mundo

Debió existir hace un tiempo un sabio que determinó que los niños dicen siempre la verdad, tanto en sus palabras como en sus gestos. Si bien en la primera forma de comunicación podría debatirse, la realidad es que la segunda es prácticamente irrefutable: las acciones de un niño, conscientes y, sobre todo, inconscientes, no mienten. Y mojar las galletas en un vaso de leche es, si cabe, la prueba que mejor lo prueba.

Así lo ha indicado ‘Directo al paladar’, una cuenta de Instagram dedicada a la gastronomía española que acumula más de medio millón de seguidores. Hace dos semanas compartió en clave de vídeo un dato que, con o sin rigor empírico, todos conocen: la mejor mezcla del mundo es la que resulta de unir leche y galletas. Lo cierto es que existe un razonamiento científico que lo demuestra. “Aunque lo consideremos algo infantil, lo cierto es que nos encanta siempre y tiene su razón en el cerebro”, inicia su exposición.

Química y nostalgia en el mismo vaso

La clave, dice, está “en la ciencia de la gastronomía molecular”; esto es, en las moléculas. “La leche de vaca es muy rica en moléculas emulsionantes. Es decir, la encontramos unida, sin separar los sólidos, las grasas y las proteínas de su agua. Y por su parte las galletas, especialmente las que llevan chocolate o frutos secos, contienen gran cantidad de grasa, que gracias a los emulsionantes de la leche nos hacen percibirlas de una manera más suave y homogénea”, detalla, haciendo de su perfil una clase de química y de la caja de comentarios el aula donde escuchan con atención los alumnos.

Esto tiene como resultado que “la leche consigue unificar y suavizar la degustación de modo que degustamos la galleta en plenitud y con todos sus matices en intensidad”. Pero no queda ahí. “Además también contrarresta los excesos dulces, ya que recubre la lengua y forma una barrera equilibrando los azúcares de las galletas para que no sean tan empalagosas. Por eso es más fácil zamparse un paquete de galletas mojadas en leche de una sentada que tomárselas a palo seco”, agrega.

Y más allá de la pizarra, el corazón. “Por supuesto, también hay un componente nostálgico porque nos recuerda a la infancia y al placer de una merienda o un desayuno que nos hacía felices”, sentencia. Los niños, incluidos el que se esconde en el interior de los adultos, siempre dicen la verdad.

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