Saúl Sánchez, nutricionista, revela la mejor forma de comer patatas fritas y que sean más saludables: “Con kétchup”
Pocos alimentos tienen tantos fans como las patatas fritas, sin embargo, muchos son los que restringen su consumo por miedo a perjudicar su salud.


Las patatas fritas son, sin duda, uno de los alimentos más populares. Su textura crujiente, su sabor adictivo y su versatilidad las han convertido en una presencia habitual en bares, casas y celebraciones. Pero, como suele pasar con lo que más nos gusta, no todo es tan bonito como parece. Detrás de ese placer sencillo, hay un riesgo para la salud que conviene tener en cuenta, especialmente si las consumimos con frecuencia.
El principal problema de las patatas fritas está en la forma en la que se cocinan: fritas en abundante aceite a altas temperaturas. Este proceso no solo incrementa notablemente su contenido calórico (una ración puede superar fácilmente las 400 kcal), sino que también puede generar compuestos potencialmente dañinos como la acrilamida, una sustancia que algunos estudios relaciones con el cáncer y que se forma cuando los alimentos ricos en almidón, como la patata, se cocinan a más de 120 grados Celsius.
Además, las patatas fritas suelen tener un alto contenido en sal, que, consumida en exceso, puede favorecer la hipertensión arterial y otros problemas cardiovasculares. Si hablamos de las industriales o de bolsa, el panorama se complica aún más: grasas de mala calidad, conservantes y aditivos que poco tienen que ver con una alimentación equilibrada.
¿Significa eso que hay que eliminarlas por completo? No necesariamente. El problema no está en comer patatas fritas de vez en cuando, sino en que formen parte habitual de la dieta. Tomarlas como antojo ocasional, en casa, con buen aceite y sin reutilizarlo varias veces, es muy distinto a consumirlas a diario o en grandes cantidades.
El truco del nutricionista
Pero, además, el nutricionista y divulgador de contenido en redes sociales Saúl Sánchez tiene otro truco para neutralizar el efecto tóxico de las patatas fritas: “Añadir salsa de tomate, tomate concentrado o kétchup”. “Esto se debe a que el licopeno del tomate inhibe la enzima CYP2E1, que convierte la acrilamida de las patatas fritas en glicidamida a nivel hepático. Este metabolito es el verdadero causante del daño a nivel cardiovascular y teratogénico”, apunta Sánchez.
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“Por lo tanto, con dicha combinación solamente nos quedaría como resultante una comida bastante energética. Esto es un problema relativamente fácil de controlar, ya que como parte de un consumo puntual no sería muy problemático. En el contexto de la dieta de una persona muy activa, quizás tampoco. Eso sí, si nos decantamos por emplear kétchup en lugar de salsa de tomate o tomate concentrado, conviene elegir uno que tenga una cantidad controlada de azúcar añadido. Así evitamos un pico de insulina”, añade.
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