El producto que ayudó a Angelina Torres, la española que vivió 112 años, a aumentar su longevidad: “Uno al día”
La catalana era, desde la muerte de María Branyas, la española más longeva; la clave, según ha explicado en más de una ocasión, es solo una.


Cuando Angelina Torres nació no había estallado la Primera Guerra Mundial, al Imperio Otomano aún le quedaba una década más de vida, Nicolás II era el zar de Rusia y el Viejo Continente, mecido por el optimismo y las luces de la Belle époque, todavía podía distinguirse a través de las copas de vino que flotaban en los salones de baile de antiguos palacios. Era marzo de 1913.
Desde el fallecimiento de María Branyas, en agosto de 2024 y a los 117 años, Torres era la persona viva más longeva de España. Hasta hoy, cuyo fallecimiento ha teñido de negro la crónica social española. No existe un producto cuyo consumo o ingesta garantice superar el siglo de vida, pero lo cierto es que sí que pueden rastrearse en los ‘supercentenarios’ hábitos, alimentos y costumbres cuya unión —por descontado, cada organismo es un mundo diferente— favorezca una mayor esperanza de vida. En el caso de la catalana hay un elemento que ha pillado a más de uno por sorpresa: el helado.
Torres, oriunda de Lérida y que residía en Barcelona desde hace 109 años, aseguró en una reciente entrevista para RAC1 que no hay grandes trucos en su hazaña vital, sino que, más bien, destaca sus caprichos gastronómicos. Y entre todos, comer un helado todas las tardes, así como un poco de chocolate y un yogur. Más allá de este bocado frío, su alimentación, que, dice, jamás ha controlado en exceso, ha estado basada siempre en platos caseros y tradicionales.
La felicidad, elemento indispensable
La clave no era el helado en sí, sino lo feliz que le hacía tomárselo. Tampoco ha sido demasiado deportista, aunque sí que se ha mantenido activa en las tareas del día a día. Lo que siempre ha tenido es una actitud positiva ante la vida, lo que ha propiciado buenas relaciones con familiares y amigos. “Vivir tranquila y bien acompañada”, explicó acerca de la esencia de la vida, asegurando que “no merece la pena preocuparse demasiado” porque, para bien o para mal, “al final todo pasa”.
Sus palabras deshacen en el aire las teorías que apuntan a ‘dietas milagro’ y fórmulas mágicas que garanticen superar el siglo. La vida, en realidad, se basa en escapar de ello, de preocuparse únicamente por ser feliz y de hallar equilibrio en los detalles del día a día. Todo ello se desprende de su mirada, que es la misma que, entre otras cosas, ha visto el devenir de la mitad de la Edad Contemporánea.
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