"En La M.O.D.A. seguimos con la filosofía de equipo de barrio"
El grupo burgalés sigue nadando en la gran acogida de su nuevo disco, 'Ninguna Ola'. Se citan con AS para hablar de música callejera, el Burgos CF y cómo es jugar sin entrenador ni dueño.
La música, como el fútbol, de vez en cuando permite salir de los epicentros tradicionales: a saber, Madrid y Barcelona. Puedes ser un grupo de amigos de Burgos que hace folk, blues y lo que se tercie con acordeón, mandolina y hasta banjo mientras reivindican un referente tan pintoresco como Johnny Cash y petarlo. Hacerlo, triunfar rotundamente y todo ello sin perder esencia es mucho más difícil y eso es probablemente lo que más enorgullece a La M.O.D.A. y lo que les hace unos animales imprevisibles. Acusados a veces injustamente de grupo festivalero ("Hemos dado más de 600 conciertos, también festivales sí, pero hemos recorrido garitos y hasta hemos tocado en la calle", argumentan con convicción), inician este extraño 2021 nadando en la buena acogida de 'Ninguna Ola', su nuevo trabajo y un regate más a sus seguidores con un giro evolutivo que les aleja aún más de sus primeros puertos. La pandemia les aprieta pero no les ahoga. Ahí están sus cuatro fechas en marzo en La Riviera madrileña en doble sesión y con todo el papel, que dirían los clásicos, vendido. Para hablar de todo eso y más, se citan con AS en The Irish Corner, un pub irlandés de la capital del reino. Allí nos vimos con David Ruiz, Nacho Mur, Alvar de Pablo, Caleb Melguizo, Jacobo Naya, Joselito Maravillas y Jorge Juan Mariscal. Este es, a coro, el resultado...
En diciembre de 2020 apareció 'Ninguna Ola', una apuesta de La M.O.D.A. con riesgo estilístico y en plena era Covid-19. El resultado ha sido...
Muy bueno. Este disco pensábamos que iba a chocar mucho, porque es bastante diferente a lo anterior, una propuesta muy distinta a lo que hemos acostumbrado, pero el feedback está siendo muy bueno. Estamos contentísimos.
Hay que ser héroes, y no sólo del sábado, para meterse en el lomo y con la que está cayendo cuatro fechas consecutivas en La Riviera y además en doble sesión.
Tenemos unas ganas locas, ganas de tocar, de ir a salas... Es nuestra droga. Nuestra gasolina y nuestra alma son los conciertos. Estos van a ser una locura. No estamos en forma (risas), pero las ganas están ahí.
Será deformación del oído del que escucha, del mío en concreto, pero no paro de captar referencias en los títulos de las canciones al deporte. 'Semifinales', 'La Vuelta'... las veo por todos lados.
Sí, al final el deporte está en la cultura popular y eso es lo que nos inspira. De una u otra forma se cuelan, aunque no seamos muy fans de equipos. Pero esas referencias las maneja todo el mundo, trasciende géneros, edad, localizaciones... Eso es muy interesante.
Hablando hace tiempo con Triángulo de Amor Bizarro me decían que pedían a los promotores y las salas un balón para el backstage. Era un poco trolleo, para ver si de verdad se lo conseguían. ¿Vosotros qué pedís?
Las cosas más normales. Unos botellines de agua para darlo todo. En un festival nos encontramos una canastita pequeña, pero nos la quitaron porque dábamos mucha guerra (ríen). También llevamos de gira nuestros propios balones pero después de perder unos cuantos vimos que no era muy viable... Luego nos metíamos además todo sudados en la furgoneta. Además hay una ley no escrita en el grupo que dice no hacer deporte antes de tocar (risas)...
Siendo como sois siete... ¿algún grupo os ha retado a un partido?
De momento no se ha atrevido nadie. Si sale habrá que estudiar la propuesta.
Hacéis gala de ser un grupo que se autogestiona al máximo. ¿Cómo es eso de jugar sin obedecer a un entrenador o un dueño?
En el aspecto creativo son todo ventajas. Nadie te dice que tires tu música hacia un lado o hacia otro. Tenemos la libertad de poder crear lo que nos da la gana. Cada uno sabe muy bien qué tiene que hacer en el día a día y así funcionamos.
Tengo que preguntarlo. ¿Sois del Burgos CF?
De hecho nos hicieron socios a todos los del grupo. Pero duele ir a ver al Burgos, especialmente en invierno. Bueno, también en verano (risas). Aún no hemos tocado en El Plantío y es el objetivo de algunos de los miembros del grupo.
A David Ruiz le he leí una vez que si os teníais que poner a vender pizzas para seguir adelante no se os iban a caer los anillos. ¿Tan mal está la música en estos momentos?
La pandemia nos está dando duro a todos. No sólo a nosotros o a los demás músicos. Además de los fallecidos, está trayendo la ruina a mucha gente. El mundo de la cultura no es que estuviera muy bien antes, la verdad. El sector de la música en directo además ha sido de lo más golpeado. Está jodido, muy jodido.
Este extinto 2020 y ahora el 2021 nos ha traído la vuelta con fuerza de conceptos tan bizarros como el negacionismo o el terraplanismo. ¿Qué más nos queda por ver?
Por muy mal que se pongan las cosas, mantenemos la cordura entre los siete. Este proyecto del disco nos ha mantenido centrados y firmes en la idea de sacarlo y de presentarlo. Ni siquiera sabíamos si se iba a poder hacer. Quizá lo más inteligente desde un punto de vista comercial era esperar un tiempo, pero para nosotros ha sido bueno. Como banda nos hemos sentido arropados.
¿Teméis quedaros con la etiqueta de grupo de festivales? Una vez que se pone, cuesta quitarla.
Que cada cual se forme su idea. No lo puedes cambiar. Eso lo puede decir gente que nos conoce de dos días, pero hemos dado como quinientos conciertos en estos diez años. Hemos tocado en festivales, sí, pero también en baretos, incluso en la calle... Tenemos claro lo que somos y la música está en todos lados. Y no nos cerramos a nada, nos encasillamos en nada. Hemos tenido además la respuesta del público, muy heterogéneo. Con eso nos quedamos.
"Tocar en la calle puede ser muy guapo y también puede ser muy cruel"
Mirándolo en retrospectiva, ¿cómo era el tocar en calle?
Tampoco somos el grupo más adecuado para hablar de eso. No somos un grupo prototípico callejero, no nos tiramos treinta años así. Tocar en la calle puede ser muy guapo y también puede ser muy cruel. La gente no te debe nada. Es el sitio más puro porque tienes que conquistar a alguien que no te conoce de nada y no tiene que pararse. Pero nos queremos colgar esa medalla de grupo callejero, pasamos de las etiquetas. No entramos en ninguna categoría. Aspiramos a tener nuestra personalidad.
Y por este largo trayecto de una década ha habido momentos ser teloneros de leyendas como los Dropkick Murphys...
Aquello fue muy bueno. Llegamos a un acuerdo con el mánager suyo de que nuestro sueldo para un par de conciertos que les teloneamos, en La Riviera y en la Razzmatazz, serían unos cajones de cerveza y un cuartito de las escobas como camerino. Nos pasó de todo, nos quedamos dormidos en un área de servicio en Zaragoza... Fue una experiencia brutal.
Salís de Burgos, tierra alejada de los núcleos tradicionales dónde está el negocio de la música. Están surgiendo además propuestas muy novedosas como Erik Urano, en Valladolid, o por ejemplo Niño de Elche. ¿Se acabó el centralismo musical?
En Burgos vivimos en nuestra isla, pero Internet nos ha abierto un abanico para demostrar que la industria no está sólo en Madrid o en Barcelona. Nos podemos abrir, eso antes no se podía. Pero a nuestros amigos les da igual que hayamos llenado el Wizink o seamos portada de no se qué revista, nos tratan igual. Eso te hace mantener los pies en el suelo.
Como en el fútbol, los grandes aparecen con ofertas muy tentadoras. ¿Habéis recibido ofertas de multis para ficharos e iros con ellos?
Ha habido ofertas, sí, pero mantenemos nuestra filosofía de equipo de barrio. Un equipo pequeño que ha ido poco a poco subiendo, pero siempre fiel a sus ideas. Así seguiremos y veremos hasta dónde llegamos. Nuestro objetivo es hacer lo que queremos y disfrutar el camino.