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Muere el legendario actor Kirk Douglas a los 103 años de edad

El intérprete falleció ayer en Los Ángeles, según ha confirmado su hijo Michael Douglas. Se apaga así uno de los últimos astros del Hollywood clásico.

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Muere el legendario actor Kirk Douglas a los 103 años de edad

El cine, más que cualquier otro medio, garantiza a sus más brillantes estrellas algo parecido a la inmortalidad. Y ese es el destino que espera sin duda alguna a Kirk Douglas, uno de los rostros más emblemáticos del viejo Hollywood y un actor que hace ya mucho que ingresó en el Olimpo de los dioses de la historia fílmica. Ayer, a los 103 años de edad, el intérprete murió en su casa de Beverly Hills, California, dejando tras de sí una trayectoria mítica y una descendencia que ha continuado honrando su profesión a través de las generaciones.

Ha sido su hijo mayor, Michael Douglas, el encargado de confirmar la triste noticia, publicada en primer lugar por TMZ, a los medios de comunicación. Lo ha hecho a través de un mensaje publicado en sus cuentas de Instagram y Facebook en el que recuerda sentidamente el legado que deja su progenitor: "Para el mundo es una leyenda, un actor de la época dorada del cine que vivió bien sus años dorados, un filántropo cuyo compromiso con la justicia y las causas en las que creía pusieron un alto estándar al que aspirar".

En sus palabras de tributo, Michael Douglas también ha aludido al famoso clan familiar, a cuya cabeza siempre se ha situado su padre: "Pero para mí y mis hermanos Joel y Peter, él era simplemente papá, para Catherine (Zeta-Jones, esposa de Michael Douglas), un maravilloso suegro, para sus nietos y bisnietos un abuelo cariñoso, y para su mujer Anne, un estupendo marido". A continuación, el comunicado subraya de nuevo la huella capital del intérprete en el cine y el trabajo humanitario.

Y ciertamente, con el adiós de Douglas se queda como única huérfana del Hollywood clásico Olivia de Havilland, la otra superviviente de una hornada de célebres actores y actrices que terminaron de acuñar a lo grande el concepto de estrella del Séptimo Arte. Y Kirk Douglas, hijo de inmigrantes judíos, con un físico imponente caracterizado por su significativo mentón partido, y de mano de su enorme versatilidad interpretativa, fue, desde luego, la encarnización de una gran estrella. El actor alargó su carrera durante seis décadas, participando en casi un centenar de films y dejando para la posteridad papeles imborrables en películas inolvidables, como 'Espartaco' (1960) o 'Senderos de gloria' (1957).

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Universal Pictures

Resumir su faraónica trayectoria es difícil, pero sus asociaciones profesionales hablan por sí solas: trabajó para directores tan reputados como Stanley Kubrick, Vincente Minelli, Elia Kazan, George Cukor, Michael Curtiz, Joseph L. Mankiewicz o Billy Wilder, y compartió pantalla con otros pesos pesados del celuloide como Burt Lancaster, Henry Fonda, Lana Turner, Robert Mitchum, Barbara Stanwyck, Tony Curtis, Rock Hudson o Jean Simmons.

El intérprete debutó en Hollywood en 1946 con 'El extraño amor de Martha Ivers', de Lewis Milestone, tras graduarse previamente en Letras en la Universidad de Saint Lawrence, servir en la Armada durante la II Guerra Mundial (como oficial de telecomunicaciones en el frente del Pacífico) y pasar por los escenarios teatrales de Broadway. Su última aparición en el cine fue en 2004, con 'Ilusion', de Michael Goorjian.

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Paul BuckEFE

Entre medias, y cincelados para siempre en la memoria colectiva, quedan sus trabajos eternos en dramas como 'El ídolo de barro' (1949), 'El gran carnaval' (1951) o 'El loco de pelo rojo' (1956), en cintas de acción y aventura como 'Los Vikingos' (1958) o la icónica 'Espartaco', en films bélicos como la igualmente icónica 'Senderos de gloria', en melodramas como 'Cautivos del mal' (1952), en apuestas noir como 'Retorno al pasado' (1947), en comedias como 'Tres herederas' (1963) o en westerns como 'Los valientes andan solos' (1962).

Nominado en tres ocasiones al Oscar, la Academia le reconoció finalmente en 1996 con un premio honorífico. Sus grandes actuaciones en la pantalla discurrieron siempre paralelas a un fuerte compromiso político que le llevó, durante la época de la Guerra Fría, a plantar cara a la denominada 'caza de brujas' alimentada por el macartismo. Escribió también un puñado de libros autobiográficos, los más famosos de ellos 'El hijo del trapero' (1988) y 'Yo soy Espartaco' (2012). En ellos repasaba la historia de su vida, una historia que, a partir de hoy, queda impresa también en el firmamento más brillante de las grandes glorias de la Meca del cine.