NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

WIMBLEDON

Y Kyrgios explotó: “La del vestido... se ha tomado 700 tragos, hermano”

El australiano, pese a contenerse durante el primer set, volvió a dejar escenas poco ejemplares. Entre sus quejas, pidió que se expulsara a una espectadora.

Y Kyrgios explotó: “La del vestido... se ha tomado 700 tragos, hermano”
NEIL HALLEFE

Parecía un día tranquilo, una excepción debida al contexto: Nick Kyrgios se encontraba en su primera final de Grand Slam. Además, en su torneo favorito y ante un rival, Novak Djokovic, al que había ganado en sus dos enfrentamientos previos. Una ocasión que no se podía desaprovechar, que, por una vez, requería seriedad y autocontrol. Duró lo que duró: un set. El australiano, mostrando esa genialidad que muchas veces queda oculta bajo capas de polémica, se llevó una primera manga imponente, en la que confirmó su candidatura a Wimbledon. Y lo hizo sin estridencias, mostrándose concentrado en todo momento, limitando la improvisación en su juego e, incluso, sin celebrar la victoria parcial. Se marchó a su banquillo con la mirada fija, apuntando al suelo, sin hablar con nadie ni reclamar protagonismo.

Y Kyrgios explotó. En el cuarto juego de la segunda manga llegó la primera rotura de Djokovic. Y las primeras quejas del oceánico, que ya no dejaría de encontrar enemigos hasta el final del encuentro. En varios momentos, Nick apuntó a su propio palco, pidiendo a los asistentes que se sentaran, acompañando la acción con gestos. También externalizó su frustración por todos los juegos que, teniendo aparentemente controlados, Nole le iba complicando. “Todo el rato igual, 40-0 y, entonces, 40-15, 40-30... siempre pasa algo”, gritaba para todo el mundo, sin encontrar soluciones.

A mayor nivel del jugador serbio, mayor nivel de las protestas australianas, con uno de los puntos de mayor tensión en el segundo set, que Nick terminaría cediendo tras no aprovechar cuatro bolas de break con 5-3 en el marcador. Con la rabia del momento, Kyrgios focalizó su quejas en una mujer del público que, según el tenista, le molestaba en cada uno de sus turnos al saque. “Me distrae cuando estoy sirviendo en una final de Wimbledon. No hay un escenario más grande, no me creíste y luego lo volvió a hacer. Casi me cuesta el juego. ¿Por qué está aquí todavía? Está completamente borracha en la primera fila y hablándome en medio de un juego. ¿Esto es aceptable?”, indicaba Kyrgios al juez de silla, señalando directamente a la susodicha. “La del vestido... con la... la que parece haberse tomado unos 700 tragos, hermano”, incidía. “He tenido un par de noches de fiesta en mi vida, y sabía que ella había bebido demasiado. Había que darle un agua o sacarla del estadio”, explicaba, con más calma, ya en rueda de prensa.

Sus protestas, como su partido, no llegaron a buen puerto. “Doy las gracias también a recogepelotas y jueces de silla y de línea. Sé que soy difícil y que tenemos una relación un tanto complicada, pero estoy aquí para agradecer el gran trabajo que habéis hecho”, reconocía Kyrgios, sin embargo, al término de la final, haciendo autocrítica y elogiando el excelso nivel de Djokovic, siete veces campeón en su querido All England Club. “Novak, eres como un Dios. No te voy a mentir. No sé cuantas veces has ganado este torneo. Has estado brillante y te felicito por ello”, le dedicó el australiano al serbio. “Necesito unas buenas vacaciones. Estoy muy contento por este resultado. Ha sido mi mejor resultado en un Grand Slam. No sé si podré estar nuevamente en una final de Wimbledon, pero he disfrutado de esta experiencia. Gracias”, concluía Nick en su discurso. “Espero verte en más finales de grandes”, le respondía Nole. Las oportunidades, seguramente, llegarán. Y las protestas también.