Pablo Carreño se enreda en el enigma del francés Gaston
El gijonés no supo desentrañar el inusual juego de su rival, que llega desde la previa a octavos. Su rival podría ser Alcaraz si este gana a Sinner.
Aunque ya le conocía, porque le había ganado el año pasado precisamente en el Masters 1.000 de París, Pablo Carreño no fue capaz de desentrañar el enigma de Hugo Gastón (21 años y 103º del mundo), un rival diferente, con un juego inusual, como de otro época, que puede sacar de quicio al jugador más consistente y tranquilo. Así ganó el francés, espoleado por el público del Palais Omnisports Bercy: 6-7 (3), 6-4 y 7-5 en 2h14.
Gastón podría enfrentarse el jueves con el compañero de Carreño en Equelite y buen amigo Carlos Alcaraz, si el murciano gana al italiano Jannik Sinner. Pablo llegó a cuartos en 2020 y no podrá repetir éxito al tiempo que se le complica acabar 2021 en el top-20 (es 20º de momento).
Gastón, que divierte con sus drives liftados, y en ocasiones cortados, y sus dejadas, pero que también sabe romperla de vez en cuando, fue un continuo dolor de muelas para el español, que tuvo que armarse de paciencia para no marearse con los vaivenes del encuentro. El primer set se lo apuntó en un desempate en el que empezó por detrás (0-2), pero que culminó con un parcial de 5-0. La segunda manga parecía dominarla y, de hecho, tuvo dos veces ventaja de un break, pero en ambas ocasiones la perdió de inmediato por el buen despliegue táctico de su rival, que jugó la previa y tuvo que ser atendido por unas molestias lumbares tras el sexto juego del partido. Con unas defensas tremendas y alguna que otra doble falta de Pablo, se hizo con la igualada.
Desenlace emocionante
Abocado ya a la dinámica desordenada del duelo, Carreño, que no perdió nunca los nervios, tuvo que ir a remolque cuando Gaston le hizo un nuevo quiebre para ponerse con 3-1 y saque. El asturiano reaccionó rabioso, con una rotura en blanco y por fin la consolidó. Fiesta del break en un pista menos rápida de lo normal pese a su dureza en un recinto cubierto. Emoción garantizada hasta el final, hasta un desenlace que favoreció al ídolo eventual de la afición local, más listo que los ratones coloraos, que levantó los brazos tras un error de Pablo que no tocaba. Otra vez será.