Karolina Pliskova: "Hemos hecho un buen equipo con Conchita"
En la primera temporada que afronta desde el principio con Conchita Martínez como entrenadora, la checa atendió a As antes del inicio del Mutua Madrid Open.
A Karolina Pliskova le ha sentado de maravilla unir su carrera a Conchita Martínez. Empezaron a colaborar "por casualidad" en el último US Open, cuenta la española, y en la primera temporada que arrancan juntas la checa, de 27 años, ha experimentado un buen momento de forma (título en Brisbane, semifinales en Australia y final perdida en Miami) hasta que "un virus" ha frenado su rendimiento el último mes y medio (sólo un partido en Stuttgart).
"Queremos meter más variedad en su juego, intentando que sea menos directa sin que pierda agresividad, su esencia: efectos liftados, más movilidad, acabar puntos en la red…", desgrana Conchita, que atendió a As junto a su pupila antes del Mutua Madrid Open que arranca este sábado (ella debutará ante la ucraniana Yastremska más adelante). "Hemos hecho buen equipo con ella (por Conchita)", confirma Pliskova. Este año tocó pretemporada en Tenerife, de donde es su preparador físico, porque en Chequia, su base en los últimos años, "el clima no es bueno" y enferma a menudo. También porque "le gusta España", desliza Martínez, sorprendida porque "es completamente diferente a lo que parece dentro de la pista". "Le gusta pasárselo bien y reír". Para la cita madrileña no le pone objetivos claros porque "llega justa".
Pliskova es junto a Petra Kvitova la referencia de la última gran generación del tenis femenino checo. Las herederas de Novotna o Sukova en un país que ha ganado seis veces la Copa Federación en los últimos ocho años. "La historia del tenis en mi país es enorme. Tenemos buenos entrenadores, buenos clubes y las mujeres sobre todo creo que estamos haciendo muy buen trabajo", reivindica.
Entre sus 17 títulos (sólo un Masters 1.000 y sin Grand Slams de momento), Karolina cuenta tres en dobles junto a su gemela Krystina. "Tampoco es que sepa lo que está pensando ahora mismo pero no creo que nadie entienda la relación tan especial que tenemos. No es como un hermano y una hermana. Nos preocupamos mucho la una por la otra, pasamos mucho tiempo juntas, hablamos constantemente y es genial cuando coincidimos en un torneo porque compartimos muchas cosas fuera de la pista", asegura. Por compartir comparten hasta los tatuajes, de estilo maorí (sus padres también llevan): "Son los luchadores de Nueva Zelanda y yo lucho por algo cada semana".
En un circuito volátil como el WTA, Pliskova llegó a ser número uno siete semanas en 2017. Ahora es la cinco: "Hasta que Petra (por Kvitova) ganó en Stuttgart, este año teníamos una campeona diferente cada semana. Es muy difícil ser regular, sobre todo para nosotras. Una semana juegas increíble y la otra no encuentras sensaciones. No somos hombres y no podemos ser consistentes durante, pongamos, diez años, como Djokovic o Federer. Es muy duro estar tanto tiempo en el top", apunta. Junto al serbio y al suizo, alude a la ausencia de Murray, un jugador "diferente" al que "se echa de menos" por su "preocupación por los demás" y "su apoyo a las mujeres".
En Madrid, donde su paisana Kvitova ha ganado ya tres veces y defiende título, no ha alcanzado esa consistencia que menciona salvo el año pasado, cuando alcanzó las semifinales. Pero está convencida de que el polvo de ladrillo madrileño, más rápido que otros por la altitud de la ciudad, "se adapta bien" a ella. ¿Presión? Ninguna. Más bien expectación: "A ver qué trae este año".