Manolo Santana cumple 80 años: “Soy un tipo con suerte”
Este jueves, el pionero recibirá un homenaje en la pista. En 2019 cede su puesto de director a Feliciano. "Hizo lo más difícil", le alaba Nadal.
Manolo Santana, o simplemente Manolo, cumple este jueves 80 años y estos días por el Mutua Madrid Open, con un tono de voz un punto más bajo y el paso más calmado (los años no pasan en balde ni para él) sigue recibiendo a tenistas en el aeropuerto, atendiendo a los VIP, acudiendo a las ruedas de prensa y regalando sonrisas. Es el mismo Manolín el recogepelotas que acabó transformándose en Supermanolo. Irrepetible. Un molde único.
Este será su último año como director del torneo (pasa a ser presidente de honor), relevo que ha cogido ya a medias Feliciano López esta edición. “¡Pero vais a tener Santana mucho tiempo, no me dejaréis de ver. Ahora, que se prepare Feli a que le pidan entradas”, avisa el mejor relaciones públicas que ha tenido, y tiene, el deporte español. “Un tipo con suerte”, como se define él y tituló la autobiografía que escribió con ayuda de su hijo Manolo.
“Nadie sabe lo que hubiera sido nuestro tenis sin él. Fue el pionero y es más difícil hacer algo por primera vez, aunque luego alguno lo hayamos acabado superando. Manolo ha pasado por todas las fases, y últimamente ha sido un embajador del deporte. Hay que agradecerle su dedicación y cariño”, le alabó ayer Nadal.
Santana nació un 10 de mayo de 1938, en plena Guerra Civil. “Mi madre me contó que un día caminando conmigo en brazos cayó un obús a un par de metros y no explotó. Fue el inicio de ese tipo con suerte”, recuerda. Su padre trabajaba en la compañía de transportes y por su afiliación sindical fue seis años a la cárcel. A los dos años de salir, se lo llevó una grave enfermedad. Y su madre tuvo que criar a cuatro hijos. “Mi hermano, que era recogepelotas, se puso malo y ella me animó a sustituirlo en el Club Velázquez. Con una madera arrancada del respaldo de una silla fabriqué una especie de pala con la que iba al frontón a dar pelotazos”. Esos fueron sus inicios.
Después, la familia Romero Girón se encaprichó de Manolito, le ‘adoptó’ en su casa y le abrió la puerta de lo que entonces era un deporte “de pijos” (definición suya). Vendrían los éxitos en Roland Garros 1961 y 1964. Y la primera final de Davis en 1965 en Australia. Y el US Open sobre hierba en Forest Hill el mismo año, donde fue sacado en hombros por unos españoles vestidos de baturros tras recibir el trofeo del gobernador Robert Kennedy. Y, por supuesto, Wimbledon 1966 con el escudo del Real Madrid en el pecho y el asalto al protocolo tomando la mano de la duquesa de Kent. Franco le llamó a El Pardo en julio de ese año a jugar una exhibición. Y le dio su particular disculpa: “Me dijo que en la guerra a veces pagan justos por pecadores. Y que quizá hubiera sido el caso de mi padre”.
“Por ganar Wimbledon me dieron diez libras y un Rolex, por los Juegos de México 1968 (de exhibición) un cheque de 748 pesetas… No éramos profesionales. Menos mal que en 1969 se acabó esa hipocresía”, rememora. “España estaba tan cortita de victorias que cuando salía gente como yo, Ballesteros, Nieto o Paquito parecía un milagro. Todo lo hacíamos solos. Me alegro mucho de que esos triunfos hayan servido para que otros tengan medios”, cuenta generoso Santana. Un tipo con suerte a quien tenemos la suerte de disfrutar.