Ediciones
Resultados
Síguenos en
Hola

US OPEN

Santana: “El US Open me abrió la puerta de Wimbledon”

El sábado 12 se cumplen 50 años de su triunfo. Entonces se jugaba en el West Side Tennis Club de Forest Hill. Luego llegaron Orantes y Nadal.

Manolo Santana, en West Side Tennis Club de Forest Hill.
Miguel Ángel Zubiarrain

—Este año es muy especial su visita a Nueva York: cincuenta años de su triunfo…
—¡Que se hayan pasado estos años tan pronto me parece mentira! Es un placer. Creo que algo me tienen preparado, pero el último que se entera es siempre el homenajeado.

A usted se le recuerda como pionero en Wimbledon, pero el US Open lo ganó un año antes.
—Sí. En los sesenta, el tenis mundial era anglosajón total. En Nueva York se jugaba en hierba, también en Australia y en Londres. Roland Garros, que ya había ganado en 1961 y 1964, no era tan importante como ahora. Por eso en 1965 y 1966 decidí no jugar en París pensando en que podría tener la oportunidad de funcionar también sobre hierba si me preparaba. ¡Cayeron los dos! El US Open me abrió las puertas para el triunfo en Londres. Me dije: ‘Si lo has hecho aquí, lo puedes hacer en Wimbledon’.

—Hizo su primera aparición en Nueva York en 1959. ¿Cómo eran esas primeras salidas?
—Ahora me parece increíble. Lo que hoy hago en ocho horas me llevaba 24. No llegabas nunca. Me siguen impresionando los rascacielos. Durante el torneo iba del centro de Nueva York a Forest Hill en metro. Ni había transporte oficial ni nada.

—Una ciudad en la que en 1965 fue rey…
—Bueno, puse un granito de arena para comenzar la montaña que el tenis español es hoy. En 1965 se celebraba en Nueva York la exposición universal, era el centro del mundo. Coincidió que habíamos ganado a los americanos en Barcelona en la Davis y cuando llegué aquí el tenis estaba de moda entre los españoles. En el Pabellón de España no me dejaban parar y el día de la final se presentaron todos con guitarras y panderetas. ¡Luego me sacaron a hombros de un club lleno de gente muy seria! (El triunfo el mes anterior ante los EE UU de Ralston de Santana, Gisbert, Arilla y Couder llevó a España a las semifinales de la Davis y, tras ganar a la India, a la final en Australia. Fue la bomba que propulsó al tenis. Los americanos llegaron con su propia comida, lo que se consideró una afrenta nacional).

—¿Tuvo repercusión su éxito en España?
—Bastante. Porque que un español ganara de repente en hierba y en Nueva York fue muy bien recibido. Se repitieron incluso portadas de periódicos, pero no fue la explosión del primer Roland Garros. España estaba tan cortita de victorias que cuando salía gente como yo, Ángel Nieto, Paquito Fernández Ochoa o Seve Ballesteros parecía un milagro. Todo lo hacíamos solos. Todo corría de nuestra cuenta. Así que me alegro mucho de que esos triunfos hayan servido para que otros tengan medios.

—Entonces el circuito estaba dividido. Andrés Gimeno jugaba con Rod Laver en los ‘profesionales’. Usted siguió en el circuito amateur que permitía disputar Grand Slam y la Davis…
—Sí. Afortunadamente en 1969 se acabó con la hipocresía del deporte en general. De no poder recibir dinero por jugar. El tenis abrió el camino.

—¿Cómo se desarrolló el torneo? ¿Fue duro?
—Gané en cuartos a John Newcombe y en semifinales a Arthur Ashe. Casi nada. Es una leyenda y aquí oigo su nombre todos los días porque la central lleva el nombre de ese jugador fantástico. En la final me esperaba el sudafricano Cliff Drysdale (6-3, 7-9, 7-5 y 6-1).

—Y llegó la lluvia…
—Sí. Dos parones. Fue difícil. Un amigo mío jugador de tenis me había dicho que para evitar los resbalones me cambiara de calcetines cada cuatro o cinco juegos. Eso hice. Gasté unos diez pares.

—Y apareció Robert Kennedy, gobernador de Nueva York, en el vestuario en uno de esos parones. ¿Es cierto que le preguntó por Franco?
—Sí, pero le dejé un poco parado porque le contesté que había venido a jugar al tenis. Eso sí, le dije que mi padre había pasado nueve años en la cárcel. Se quedó callado. Luego me entregó el trofeo. Fue una satisfacción estar al lado de alguien tan importante.

—¿Y por el US Open qué premio ganó?
—Nada, nada. Lo rentabilizabas después jugando en octubre y noviembre. En Nueva York me busqué yo un hotel modesto, y como el Hilton era un hotelazo increíble, me dejaron alojarme luego una semana como ganador. ¡Allí vi lo bien que vivían los ricos!