Carla Suárez (Las Palmas de Gran Canaria, 29 años) ha vuelto al primer plano del tenis femenino mundial tras la victoria ante Anett Kontaveit que la mete en cuartos de final del Abierto de Australia. Ahora la espera Caroline Wozniacki, número dos del mundo. Antes, cuenta algunos de sus secretos en AS.

¿Cómo sobrellevó todos los problemas que tuvo el año pasado, desde el punto de vista personal, para no perder la calma?

Soy una persona que, sinceramente, sé diferenciar mucho la situación cuando estoy en competición o entrenándome de la que tengo en mi vida fuera del deporte. Sé que muchas veces va ligado y es complicado. Pero no por tener malos resultados, o no los esperados, en mi vida privada estoy más triste. Porque sé que el hecho de dedicarme a lo que me dedico y competir contra las mejores del mundo ya es una gran suerte. Sí que es verdad que mi equipo me ha respaldado mucho. He pasado mucho tiempo con ellos y con mis amigos más cercanos de Barcelona. Con los de Gran Canaria es más complicado en la distancia aunque puedas hablar con ellos (a mí me gustan más las relaciones cara a cara). Y lo más importante es la familia, que sí que sufre cuando no me ve disfrutar de lo que hago.

Ha tenido la oportunidad de volver a jugar de nuevo en la Rod Laver, con mucho público y hacer un partidazo, ¿cómo se ha sentido?

Muy bien, me encanta. Ojalá tuviera la oportunidad de jugar más en pistas grandes. El público te ayuda mucho más que en las pequeñas donde hay menos gente. Por eso estoy luchando, para llegar a rondas finales y más arriba en el ranking.

¿Hasta qué punto ha influido en su buen comienzo de año el cambio de entrenador (dejó a Xavi Budó y ahora está con Óscar Serrano y Marc Casabó)?

Hemos intentado conocernos lo antes posible y la pretemporada ha servido en gran parte para eso. Que alguien nuevo me dijera las mismas cosas o parecidas, pero con otras palabras, me ha entrado muy bien. Con Óscar siento mucha comodidad y hace que todo sea más fácil. Tenemos un grupo de trabajo que va en una misma línea.

En su juego llama la atención ese estético revés a una mano. ¿Por qué se decantó por ese golpe?

No me acuerdo muy bien de cómo empecé con eso. Fue hace muchos años. Creo que me dieron una raqueta, me tiraron una pelota y la di así. En aquella época casi todos los jugadores lo utilizaban y me entrenador en Gran Canaria también. Todo eso me influyó y hasta hoy.

¿La han comparado muchas veces con Federer?

Bueno... supongo que mi revés se parece un poco al suyo, pero él le ha sacado un rendimiento que yo todavía no he podido (sonríe).

Otro aspecto peculiar en su estilo de juego es que nunca grita ni al golpear la bola ni para celebrar los puntos como la mayoría de sus compañeras. ¿Por qué?

Tengo un carácter muy tranquilo, pero reconozco que es una de mis asignaturas pendientes, porque mi equipo me dice que exprese más lo que siento en la pista, para lo bueno y para lo malo. Poco a poco creo que estoy cambiando y lo hemos estado trabajando. Soy una chica tranquila y es mi forma de ser. Cambiar a veces cuesta.

¿Le molesta que las otras jugadoras, como su última rival, Kontaveit, hagan ruido y se animen todo el rato?

Pues no. No me afecta cuando alguien me grita un 'vamos' a la cara, porque al final están haciendo su trabajo y es lo normal. Lo anormal es lo mío. En ese sentido relativizo bastante y no tengo ningún problema.

Ahora se las verá con Wozniacki, una fuerza de la naturaleza...

He jugado unas cuentas veces contra ella, sé cómo juega y lo dura que es. Será un cruce difícil porque ella lucha por cada bola y a la vez es agresiva. Tengo que estar al 100% para ganarla.