John Newcombe: el bigote más famoso del tenis, el gran sacador
Con 24 títulos de Grand Slam, entre individuales y dobles, conquistó a los aficionados con sus potentes servicios y su forma de entender la vida.
El 3 de julio de 1971 John Newcombe (Sydney, 23-05-1944) revalidaba en el All England Tennis Club su título de Wimbledon. El segundo consecutivo y el tercero y último de su palmarés. Un triunfo cosechado frente al norteamericano Stan Smith, en una final a cinco sets: 6-3, 5-7, 2-6, 6-4 y 6-4. Con remontada incluida, al más puro estilo Newcombe. “Hago mi mejor tenis en partidos a cinco sets, especialmente si voy por detrás en el marcador. Es cuando la adrenalina empieza a bombear por mis venas”, explicó tiempo después este australiano inteligente y corpulento que dominó el tenis a principios de la década de los setenta.
Newk, como llegó a ser conocido en el circuito, fue proclamado oficiosamente número uno del mundo en 1970 y 1971, incluyendo en esa lista tanto a los tenistas considerados amateur como a los nuevos profesionales. Una distinción que volvería a ostentar durante ocho semanas en 1974, ya en la unificada Era Open, antes de ceder el testigo a Jimmy Connors. Aquel lejano 1971 fue su mejor año, con cinco títulos de diecinueve torneos individuales y un balance de 53 victorias por 14 derrotas.
El bigote más conocido del tenis (con permiso de Ion Tiriac) sumó un total de 72 títulos (32 individuales y 41 en dobles) a lo largo de su exitosa carrera. Entre ellos, siete grandes individuales (3 Wimbledon, 2 Abiertos de Australia y 2 US Open) y otros diecisiete en dobles, un récord jamás igualado. La mayoría de estos últimos (12), cosechados junto a su inseparable Tony Roche, con quien formó la mejor dupla hasta entonces conocida. Y es que hablamos del último gran tenista australiano de aquella inagotable saga que dominó el tenis a lo largo de los años 50, 60 y 70.
Andrés Gimeno (Barcelona, 3-8-1937) lo conoció bien, a pesar de no haber coincidido demasiado por la artificial división entre amateurs y profesionales. “John ha sido uno de los grandes. Era un tenista muy comptitivo y tenía un servicio buenísimo. Sobre todo el segundo, con el que hacía muchos aces. Y una derecha poderosa y una gran volea. Era muy completo. El revés era su punto más débil, porque usaba casi siempre el cortado y la pelota no le corría demasiado. Era donde todos tratábamos de machacarle”, explica el campeón de Roland Garros de 1972, a quien el propio Newcombe impidió disputar la que hubiera sido su tercera final en un Grand Slam. “Jugué varias veces contra él. Mi mejor partido lo disputamos en Australia. Recuerdo que le gané en tres sets seguidos… Pero él me devolvió la derrota ese mismo año en las semifinales de Wimbledon”.
Newcombe siempre destacó en la faceta más ofensiva del juego, pero además dominaba la táctica. “El juego sobre hierba le iba de maravilla. Ganó tres Wimbledon. Entonces la hierba era más rápida y la pelota resbalaba mucho más que ahora. Por eso siempre nos íbamos a la red, tanto con el primer saque, como con el segundo. Si te quedabas en el fondo, como hacen ahora, tenías muchas posibilidades de perder el servicio”, relata Gimeno. “Ahora, en cambio, a veces parece tierra batida”.
No hay duda de que el torneo de tenis por excelencia ha cambiado mucho de los setenta hasta hoy. Pero esos cambios no sólo están relacionados con la superficie. “Las pelotas con las que nosotros jugábamos no venían en tubos presurizados. Venían en cajas de cartón de seis bolas y eran auténticas balas. Y las raquetas han cambiado una barbaridad. Con las de ahora se pueden hacer auténticas virguerías. Nosotros, con aquellas raquetas de madera, teníamos que inventar el tenis en cada golpe”, reflexiona. “Newcombe jugaba con la Slazenger y yo con la Dunlop Maxply, que pesaban más de cuatrocientos y pico gramos… Él era probablemente el tenista que más fuerte sacaba. Debía sacar a unos 180 km/h con aquellas raquetas… Hoy sería un jugador tipo Roddick, que tiraría por encima de los 200 km/h tranquilamente”, resume.
Mejor doblista
Los logros individuales de Newcombe lo convirtieron en leyenda. Pero tampoco se pueden obviar sus triunfos como doblista. Gracias a esa faceta es, por detrás de Roy Emerson, el hombre con más ‘majors’ de la historia del tenis. “Tú eres tan bueno como lo sea tu segundo ser vicio y tu volea”, decía el propio Newk.
“En aquella época, se le daba mucha importancia a los dobles. Casi todos jugábamos siempre ambas competiciones. Ahora la cosa ha cambiado y la mayoría de los grandes jugadores ahorran energías y se centran en los torneos individuales. Pero es que entonces había menos competiciones y éramos menos jugadores...”, explica Gimeno, que no olvida las partidas de golf que acostumbraban a compartir en sus escasos días libres durante la gira americana.
Su alto rendimiento, tanto en los individuales como en dobles, hizo de Newcombe un hombre determinante en la Copa Davis, competición en la que debutaría con tan sólo 19 años. Fue en 1963, en Adelaida frente a Estados Unidos. Luego formaría parte de cinco equipos ‘aussies’ que resultaron campeones, incluidos los que amargaron las finales de 1965 y 1967 a Santana y compañía. Y no fueron más porque su paso al profesionalismo le apartó del equipo entre 1968 y 1972. Su último título de Copa Davis como jugador, cosechado en 1973, lo consiguió en uno de los equipos más recordados de todos los tiempos, junto a Laver y Rosewall. Posteriormente, ocuparía la capitanía del equipo desde 1995 y estuvo en la final de Barcelona del 2000, en la que Ferrero dio a España la primera ensaladera de plata.
Diversión y tenis
Sin embargo, no se puede hablar del gran John Newcombe sin mencionar otras de sus cualidades humanas. “Es muy buena persona. Es el clásico australiano”, comenta Gimeno. “Campechano, amable y amigo de sus amigos. Era un chico encantador, que si podía hacerte un favor te lo hacía”, añade.
Una imagen que se corresponde a la perfección con su fotografía de vaquero amable que ilustra la página web de su academia de tenis, el ‘John Newcombe Tennis Ranch’, situado en New Braufels (Texas), donde reside junto a su esposa, la extenista alemana Angelika Pfannenburg. Una escuela de tenis orientada principalmente a aficionados y veraneantes.
Sonadas han sido algunas de sus juergas, como aquella en la que su amigo Georges W. Bush, el que fuera presidente de los Estados Unidos y entonces director de la CIA, fue multado por la policía por conducir ebrio. Un amor por la buena vida que desembocó en un pequeño derrame cerebral del que apenas le quedan secuelas. Eso sí, ahora procura no trasnochar, no bebe, no fuma y vigila su colesterol. Incluso no duda en desmentir el bulo de que su bigote estuvo asegurado por 13 millones de dólares, por más que mucha gente sigue creyendo que esa historia extraordinaria es verdad.
Lo que no ha dejado de hacer Newcombe es seguir atentamente el tenis y defender sus convicciones con vehemencia. En una entrevista concedida al The New York Times, en junio de 2011, criticó con dureza la actitud de los tenistas que sobrepasan el tiempo establecido entre punto y punto y abogó por la existencia de un segundero similar al del baloncesto. “No sé por qué los jugadores no se quejan. Yo no lo toleraría, de ninguna manera. Le advertiría al juez de silla y del torneo antes del partido que si el rival tarda más botando la pelota para sacar, me quejaré… De hecho, cuando el contrario pasaba de cierto número de botes, yo me daba la vuelta y me alejaba. No me quedaba allí para restar. Es una vieja táctica. Jimmy Connors botaba cuatro veces la pelota, pero cuando estaba abajo 15-30 o 15-40, lo hacía 14 veces. Eso hace que se pierda el ritmo”.