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El estrepitoso caso de Abel y Trincão

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Aunque hayan quedado segundos (muy bien Santi Denia al decirles que no se quitaran la medalla de plata, fea costumbre del fútbol), nuestra Selección Sub-21 ha dejado buen aroma, de equipo cuajado, completo y con jugadores destacados. Y, como siempre en estos casos, surge la pregunta: ¿qué será de estos chicos? ¿Les veremos en nuestros equipos o desaparecerán en su mayoría, arrasados por las oleadas de importados? Hay precedentes para el pesimismo, alguno muy próximo: Abel, Bota de Oro del Torneo, fue enviado al Sporting de Braga, junto a 30 millones, a cambio de Trincão, con el que tras dos cesiones el Barça sigue aún sin saber qué hacer.

No es cuestión de hacer leña del Barça, que suele dar entrada a la cantera con facilidad, por más que ahora esto le haya coincidido con la torpe puesta en libertad de Arnau Tenas. Más renuente viene siendo el Madrid a subir a castillistas (Blanco no ha recibido ni una oportunidad seria), y casi todas las plantillas se llenan de jugadores venidos de fuera. Es la furia del mercado, que centrifugan los agentes porque cada jugador que se mueve es un beneficio que recogen. Para ellos, todo ‘one club man’ es una desdicha. Les interesan más los de la línea Vieri, aquel formidable delantero que pasó por el Atleti y que parecía ser él quien traspasaba equipos, al revés.

Pero si no juegan aquí, jugarán fuera, porque igual que los agentes nos traen futbolistas de allende fronteras, se llevan a los nuestros a otros pagos. Entre Premier, Bundesliga, Serie A y Lige 1 sumaron el curso pasado 63 jugadores españoles (287 hubo en la nuestra) y el número crece de año en año. Y hay muchos otros si nos vamos más lejos. España exporta futbolistas y no es malo, porque funcionan casi todos (como en general los argentinos y los balcánicos) y porque a los que salen se les abre la mente y eso se nota cuando regresan para jugar en la Selección. Piqué, Cesc y el Niño Torres fueron estupendos ejemplos de ello. Y les han seguido otros.