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MENTALIDAD IMPARABLE

¿Quién teme a su lobo feroz? Consejos para gestionar bien tu diálogo interno

La forma es tan importante como el fondo. Cómo te expresas forma parte de lo que dices y eso incluye lo que te dices a ti mismo.

¿Quién teme a su lobo feroz? Consejos para gestionar bien tu diálogo interno
Marc Olivier Jodoin

Cada vez ponemos más el foco en cómo hablamos a los demás. En cómo nos dirigimos. Abrazamos la empatía como un nuevo marco de expresión para sentirnos más cerca de aquellos pensamientos o acciones que, de entrada, pueden ser ajenos a nuestra forma de pensar o actuar. La forma es tan importante como el fondo. Cómo te expresas forma parte de lo que dices y de la persona que eres. Es parte del mensaje, y lo hace más fuerte y válido. Pero, ¿qué ocurre cuando nos dirigimos hacia nosotros mismos? ¿Debemos descuidar ese diálogo o, por el contrario, concederle un papel más que relevante?

Sí, nuestra mente mantiene un diálogo interno constante. A veces más contemplativo, otras más ejecutor. Algunas veces más observador, otras más beligerante. Es un diálogo continuo, como muestra una de las leyendas que mejor ilustra el baile -o quizás sea mejor decir choque- de fuerzas que vivimos a diario. Se trata de la leyenda de los lobos cherokee y que quiero tratar de resumir, aunque empiece como lo hacen las buenas historias…

Érase una vez un anciano de la tribu cherokee que, para ilustrar a su nieto, le expuso el siguiente dilema: “En mi corazón viven dos lobos, uno es blanco y el otro es negro. El blanco es amoroso, bueno y gentil, solo combate cuando tiene que cuidar a los demás o a él mismo. El negro es violento y ante cualquier eventualidad desata su ira y rabia, pelea sin razón, está lleno de ira y odio, solo causa problemas”. Tras la exposición de las dos fuerzas que cohabitaban en el interior del anciano, el joven preguntó: ¿quién ganará la batalla?

De tantas veces que se ha contado esta leyenda, el final se bifurca en dos alternativas. La primera cuenta que el abuelo le respondió: “Ganará el que tú elijas alimentar”. Un final que reduce el conflicto a una visión maniquea que opone frontalmente lo bueno y lo malo. El concepto ‘alimentar’ es bueno, pero aún lo es más introducir un concepto clave en la cuestión. El equilibrio. La suma. Por lo que yo elijo el final alternativo. Aquel en el que el abuelo le indica a su nieto que la batalla no la gana uno, sino ambos, ya que, si se dedicara solo a alimentar al lobo blanco, el negro se escondería y lo atacaría en cualquier descuido. Y si, por el contrario, le prestase atención solo al lobo negro, esté se haría más fuerte y usaría su energía cuando lo crea conveniente. Por ello, ambos lobos deben convivir en armonía y equilibrio.

Las cualidades de ambos, además, no son excluyentes. La bondad y la paciencia no riñen con la ambición o el ímpetu. ¿Por qué contraponerlos? “No matemos por tanto de hambre a nuestros miedos, siempre será mejor reconocerlos, entenderlos y transformarlos. No matemos de hambre tampoco a nuestra rabia, nuestro despecho o nuestra tristeza. Acerquémonos a estas realidades internas sin arrinconarlas para desmenuzarlas y saber qué quieren decirnos. Pueden darnos valiosas lecciones para ser un poco mejores cada día”.

Mantener un buen diálogo interior parte de esta premisa de equilibrio entre nuestros dos lobos. Especialmente porque nuestra manera de pensar determina nuestras emociones y estas intervienen directamente en nuestro rendimiento deportivo. Hemos de ser capaces de neutralizar aquellos pensamientos que ocupan más espacio del que merecen en el momento en el que menos son necesarios.

¿Por qué te hablo de la voz interior?

Es muy frecuente que, a las puertas de una prueba importante, las voces de nuestro yo más pesimista, negativo y crítico prevalezcan y ocupen el lugar de la ilusión, la confianza y el optimismo. “No soy lo suficientemente bueno”. “Los demás son más rápidos que yo”. “No puedo”. “No podré”. La lista es larga, pero más o menos ya sabes por dónde voy. No se trata de ser un optimista de por vida y vivir en el mundo de los unicornios rosa. Sino de saber abrir la puerta de las emociones con medida. En el momento necesario, identifica al lobo pesimista y aíslalo. Alimenta en su lugar, el diálogo de la confianza. Yo puedo.

Igual que modulamos nuestra voz si hablamos con un niño, un superior o un familiar, es necesario aprender a modular nuestra voz interior cuando discurre por caudales negativos. Saber reencauzarla. Hacerla hablar en positivo. Una reeducación capaz de hacer que tu voz interior tire de ti hacia arriba y no te hunda. Recuerda, si eres capaz de regular tus pensamientos serás capaz de potenciar tu rendimiento.

Aprender a gestionar tu voz interior te ayudará también a ser fiel a tu esencia. A aquello que te hacer ser mejor. Es lo que le pasó a Jon Rahm hace algo más de un año. Un momento en el que neutralizó las voces que le alejaban de su swing y que recordamos en El Factor Mental.