Cómo dar esquinazo al síndrome de burnout y gestionar el estrés en 7 días
No se trata de controlar todo lo que sucede, sino de saber gestionar aquello que no depende de nosotros.
A más estrés, menos rendimiento. Esta es una máxima que se aplica en cualquier tipo de ámbito, incluido el deportivo. Porque sí, todos sabemos que el ejercicio es un gran aliado para combatirlo. Pero la práctica deportiva no está exenta de padecer su propio estrés. De hecho, es muy común encontrarnos con deportistas de elite y muchos profesionales aquejados de este mal del siglo XXI.
Todos en algún momento de nuestras vidas hemos experimentado la sensación de estrés, esa reacción química que se desencadena en nuestro organismo ante un desafío ya sea en el trabajo, causado por unos plazos imposibles de cumplir, por unas metas difíciles de alcanzar, por una sobrecarga de trabajo o en nuestras relaciones, por no ser capaces de llegar a acuerdos.
Para gestionar este tipo de situaciones nuestro sistema nervioso simpático se activa dando lugar a la respuesta de lucha o huida y se prepara para reaccionar como si estuviésemos ante una situación de vida o muerte.
Quizá ignores que mientras tus nervios están a flor de piel, tu respiración se agita, es irregular, puede que tu temperatura corporal aumente e incluso tu frecuencia cardiaca o presión arterial.
No solemos notar nuestras reacciones físicas porque nuestra atención está puesta en la causa de nuestro estrés y no en cómo nos afecta.
Sin embargo, cuando nos permitimos dar un paso atrás y observar como el estrés está afectando a nuestro cuerpo de manera consciente, entonces podremos dejarlo ir eliminando así el estrés y la tensión.
¿Qué es el estrés?
Según la RAE, cuando hablamos de estrés nos referimos a la tensión provocada por circunstancias o momentos agobiantes que originan reacciones psicosomáticas o trastornos psicológicos, a veces graves. El estrés puede ser fruto de cualquier situación o pensamiento de exigencia que nos haga sentir frustrados, inseguros o nerviosos.
En resumen, padecemos estrés cuando percibimos una situación o un acontecimiento como amenazante respecto a los recursos propios de los que disponemos para gestionarlo con éxito.
Pero no siempre el estrés es negativo, a veces puede ser positivo pues actúa como un resorte que nos obliga a permanecer alerta o preparado para reaccionar. Otras, sin embargo, puede derivar en cuadros de ansiedad y alteraciones del sueño, etc. Es ahí donde conviene tener los ojos bien abiertos. De todas estas reacciones, la ansiedad es la más frecuente. Y el miedo a no llegar, a perder el control, fundado o imaginario, actúa como una palanca que activa lo que menos se necesita: el bajo rendimiento o el bloqueo.
¿Cómo gestionar el estrés?
Generalmente el estrés que sentimos es ocasionado por problemas o inconvenientes que no podemos, pero queremos o necesitamos controlar. Identificamos de forma errónea que el control es el antídoto, y estamos equivocados. Creemos que tan solo con solucionar estas situaciones todo estará bien. Pero la verdad es que cuando solucionamos un problema, no transcurre mucho tiempo hasta que surge otro.
Por eso, la clave del estrés no está en el control, sino en la gestión. Aprender a gestionar será una herramienta útil que nos ayudará en un gran espectro de situaciones que no necesariamente hay que controlar. La gestión es flexible y versátil, pero el control es rígido y limitado. Sin una correcta gestión, posiblemente el futbolista con el marcador en contra se bloqueará, se dejará llevar por la impaciencia o cometerá más faltas de lo habitual, lo que le conducirá de manera irremediable a la derrota a la que tanto se ha resistido.
Estrés, antesala del bloqueo
Cuando acumulamos exigencias, objetivos, estímulos, circunstancias, coyunturas o expectativas para las que no tenemos suficientes recursos nuestra mente se bloquea, lo que genera su propio reflejo en el cuerpo. El cuerpo hace lo que la mente dice. Y si la mente es incapaz de pensar, analizar o avanzar, nuestro cuerpo tampoco será capaz. El estrés mental no solo afecta a nuestro cuerpo físico, al trabajo, al estudio, al rendimiento deportivo. También altera la forma en que pensamos, sentimos y nos relacionamos.
La buena noticia es que, aunque nuestro cerebro, cuerpo y sistema nervioso hayan sido expuestos al estrés, hay maneras de volver al equilibrio. ¿Cómo? Mediante la aceptación, la atención plena y el foco, entre otros elementos. Para ello, he desarrollado un programa de 7 días de duración en la que enseño cómo gestionar el estrés que atenaza tu rendimiento. Si quieres probarlo, en este link podrás acceder.