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La leyenda nació en el Parque de los Príncipes

El Madrid inició su reinado en Europa ganando la Copa Latina de 1955.

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Sinibaldi salva un gol ante Di Stéfano.

La Copa Latina la jugaban los campeones de Liga de España, Francia, Italia y Portugal, en formato rápido y rotando entre los países. A la de 1955, sexta edición, concurrió por primera el Real Madrid. Se disputó en París y sería la puesta de largo del club en el plano internacional.

La semifinal se jugó con Os Belenenses, donde destacada un formidable goleador mozambiqueño, Matateu, precursor de Eusebio. El Madrid llegó la víspera, salvo Di Stéfano, que llegó tres días antes... ¡en coche! El asunto merece una explicación. Cuando fichó por el Madrid, quiso comprarse un coche y pidió ayuda a Bernabéu (había listas de espera), pero este le dijo que al fútbol iba gente humilde y no debían verle con coche. A los dos años vinieron sus padres a visitarle. Di Stéfano intentó entonces alquilar un coche para mostrarles España, pero Bernabéu, agradecido por las dos ligas ya ganadas y por el consejo de fichar a Rial, le dijo que se había ganado el derecho a tener coche e incluso le ayudó a comprar dos: un FIAT 600 (aún no existía SEAT) para moverse por la ciudad con discreción y un Mercedes para viajes por carretera. Así que, como tenía miedo al avión, se fue en coche a París. Allí entrenó los dos días previos con gran seguimiento de prensa. L’Équipe le catalogaba ya como el mejor jugador del mundo.

Esos mismos días la FIFA, de la que la UEFA era todavía un departamento de reciente creación, decidió absorber el proyecto de Copa de Europa creado por L’Équipe, con Bernabéu entre los pioneros. La FIFA sustituyó al Comité Organizador, del que era vicepresidente, y eso le molestó tanto que no acudió a París a la Copa Latina.

El 22 de junio, Madrid y Os Belenenses abrieron el torneo en el Parque de los Príncipes. La gente estaba deseosa de ver a Di Stéfano y a Matateu, pero el que deslumbró fue Gento, que estaba como Di Stéfano en su segunda temporada y explotó en esta gracias a su entendimiento con Rial. Fue un partido durísimo (los portugueses sentaron fama de feroces leñeros aquellos años de Copa Latina) y ganó el Madrid 2-0, goles de Zárraga y Pérez-Payá. El día siguiente se enfrentaron el Milán, una constelación de estrellas en la que destacaban Liedholm y Schiaffino, y el Stade de Reims, donde brillaba Kopa. Pocos meses antes había salido a hombros del Bernabéu, tras un 1-2 sobre España; la prensa española le apodó El Napoleón del Fútbol. Ante el Milán jugó un gran partido, resuelto 3-2 a favor del Stade de Reims tras dos prórrogas.

El domingo 26 no cabe un alfiler en el Parque de los Príncipes. La víspera el Milán ha ganado bien a Os Belenenses y ahora el Stade de Reims es favorito no solo por su condición de local, sino por brillantez de su juego de ataque conocido, como Le Tourbillon. Sus delanteros intercambiaban posiciones con endiablada rapidez creando un torbellino en torno al sabio juego de Kopa, regateador y distribuidor. El Madrid inspiraba respeto, Di Stéfano y Gento temor, pero el fútbol de ataque del Stade de Reims extasiaba. Llegaba, eso sí, con doble prórroga y un día menos de descanso, algo que el entrenador, Batteux, afirmó haber corregido con un plan curioso: dormir solo cinco horas la primera noche y quitar siesta del primer día, 10 horas de sueño la segunda noche, más siesta, y normalidad (ocho horas de noche y reposo tras la comida) el día del partido, que fue nocturno.

El Madrid había empezado aquella temporada con una inesperada y comentadísima derrota en el Bernabéu ante el Valencia, que neutralizó a Di Stéfano con un marcaje exageradamente pegajoso de Mangriñán. El Madrid tomó nota, y Zárraga hizo un marcaje a lo Mangriñán (expresión común en la prensa madrileña del día siguiente) a Kopa. Anulado este, el ataque francés no existió. El Madrid se adelantó pronto con un gol de Rial aprovechando que el central Jonquet seguía a Di Stéfano cuando se retrasaba. El propio Rial marcaría el 2-0, en jugadón de Di Stéfano. El Madrid dominó el partido de punta a punta, como Zárraga sometió a Kopa. Desplegó combinaciones de gran rapidez e hizo del meta corso Paul Sinibaldi (cuyo hermano Pierre, delantero, sería años más tarde entrenador de éxito en Las Palmas) el héroe del partido.

El Madrid levantó la copa entre el reconocimiento general. Esa noche quedó investido en el Parque de los Príncipes como grande de Europa. Lo rarificaría un año más tarde al ganar, en el mismo escenario y al mismo rival, la final de la primera Copa de Europa.

Y Di Stéfano, bautizado por L’Équipe como L’Omnipresent, se subió en su flamante coche y se fue a Niza, a iniciar sus vacaciones.