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MENTALIDAD IMPARABLE

¿Es posible competir y ser feliz al mismo tiempo?

Hay dos tipos de deportistas: los que disfrutan compitiendo y los que viven la competición como un vía crucis.

¿Es posible competir y ser feliz al mismo tiempo?
Chris RyanGetty Images

¿Juegas o sufres? Hay dos tipos de deportistas: los que disfrutan compitiendo y los que viven la competición como un auténtico suplicio. Muchos deportistas no consiguen ser felices compitiendo. La angustia ante la derrota los atenaza y, con ello, reducen sus posibilidades de victoria. Porque solo cuando uno es feliz, es capaz de desplegar todo su potencial.

Que sufran mientras lo practican no significa que no amen su deporte. Sí lo aman, pero en competición están deseando que todo acabe para poder liberarse de la presión y la ansiedad. Esa misma presión hace que se castiguen cuando en competición cometen algún fallo y que pierdan la concentración al anticipar una terrible derrota. Para revertir esa situación tan poco deseable lo primero que tenemos que hacer es analizar qué entendemos por felicidad en el deporte.

¿Qué es la felicidad en el deporte? A menudo confundimos felicidad con victoria o éxito, pero esa relación no es del todo rigurosa. La victoria produce (al menos en la mayoría de los casos) felicidad, pero la felicidad no es exclusiva de la victoria.

Podemos sentir felicidad y que, sin embargo, no ganemos. Sentir felicidad incluso cometiendo errores y fallos. La felicidad es intrínseca a la práctica del deporte. Pero la felicidad no puede estar vinculada a que salga todo perfecto. Hay otro tipo de felicidad, más real, más plena, más poderosa.

La felicidad también es tener metas y la seguridad en uno mismo para mejorar y superarse, saber afrontar con optimismo y confianza problemas y dificultades. Saber tolerar la frustración con una actitud positiva y, por supuesto, sentirse bien con uno mismo, con lo que hace y con cómo lo hace.

Un deportista puede perder y sentirse feliz por haber peleado y disfrutado del proceso. Por haber compartido una pasión con compañeros y, por supuesto, rivales. Sin ellos, nada tiene sentido.

La felicidad es la forma en la que decidimos reaccionar ante las cosas que nos pasan y eso incluye la práctica deportiva. Es una actitud que no depende de los resultados. Estar feliz solamente cuando las cosas salen como uno quiere no es felicidad. La felicidad no es un destino, sino más bien un camino, una decisión.

Cuando inevitablemente te tropiezas con las piedras del camino aprendes a apartarlas, a caminar sobre ellas o incluso a hacerlas desaparecer. Las piedras del camino, que dijo aquel, son parte del camino.

Competir y no disfrutar es, como apuntábamos al inicio, entregarle a tu rival una gran ventaja. Competir con miedo a perder, a la derrota, impide que un deportista desarrolle todo su talento e inteligencia, explorando nuevas maneras de expresar sus habilidades ante cualquier obstáculo.

No ser feliz mientras se compite esconde un profundo miedo al fracaso y ese miedo es el que tortura al deportista durante el proceso o desarrollo de la competición. A todo esto, hemos de tener en cuenta que, a todos los niveles, la práctica deportiva es un poderoso potenciador de endorfinas (la hormona de la felicidad), pero en este post no hablamos estrictamente de ese bienestar que lleva implícito el deporte, sino de algo más mental.

Competir, es cierto, implica que el deportista debe conquistar nuevos límites. Pero dolor no es lo mismo que sufrimiento. El sufrimiento mental, no físico, aparece cuando el deportista se centra más en la amenaza de no conseguir los objetivos. En esa circunstancia solo podemos actuar de dos maneras: sucumbiendo al desánimo y la queja o afrontando el desafío con la mejor actitud.

Dicho de otra manera. Ante cualquier problema o reto que la vida presenta siempre puedes optar por: lamentarte o culpar a otros o afrontar la dificultad. La primera es la más fácil: te llevará a ser feliz en la posición de víctima. Mientas que la segunda nos lleva a buscar una solución, alternativa o ayuda.

La confianza se basa en nuestra capacidad de responsabilizarnos de los propios actos. Hasta en las circunstancias más difíciles podemos elegir cómo reaccionar ante la adversidad.

Por eso para competir sin sufrir es importante aprender a reconocer lo que está faltanto y afrontarlo con actitud para encontrar una solución. Fluir con tu pasión y dejar que esta te lleve hasta dónde en ese instante se pueda, siendo feliz con todo lo que aprendemos y mejoramos.

El sufrimiento en competición no es el único bloqueo que amenaza al deportista. En este link, descubro otros 4 bloqueos clásicos del deportista que le impiden alcanzar sus objetivos y desplegar todo su potencial.