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El valor del deporte

Cuando la Superliga se iba a jugar en los despachos, la calle se convierte en el campo de batalla.

Los fundadores de la Superliga, parecen haber pensado en todo, salvo en la “Gestión de Percepciones”.

Cuando la Superliga se iba a jugar en los despachos, la calle se convierte en el campo de batalla.

Resultaría difícil de comprender que en un espacio como es el "Valor del Deporte", que trata sobre el negocio que hay detrás del gran espectáculo de masas en el que se ha convertido el deporte, dejasemos pasar el tema de la semana, del mes y del año; la Superliga. Ciertamente es un tema especialmente complejo, a la par que volátil, que merece ser analizado con cierta cautela, perspectiva y alejarnos de todo el ruido mediático. Las implicaciones económicas de este proyecto son enormes, así como las consecuencias legales que a tenor de las últimas declaraciones o amenazas sobre este anuncio pueden derivarse y las posturas a favor y en contra diversas. Sin embargo, (pese a la tentación como abogado especializado en derecho deportivo de tratar esta cuestión), trataremos un aspecto común en ambos frentes. La sorprendentemente dudosa gestión de comunicación de las organizaciones más potentes del mundo del fútbol.

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No me extenderé explicando el propio proyecto de la Superliga que en estos días todos hemos podido conocer, formado por 12 de los equipos más grandes de Europa (menos, tras la "espantada" de los ingleses, el Atletico y a los que probablemente se sumaran pronto Inter y AC Milan oficialmente), con el objetivo de llegar a ser 15 fijos y completar el grupo con 5 invitados por méritos deportivos cada año. Un modelo que acabaría probablemente con la UEFA Champions League tal y como la conocemos y que como no podría ser de otra manera ha hecho temblar los pilares del fútbol y las declaraciones en contra no se han tardado en surgir.

Desde luego las más duras han venido como parecía previsible desde la propia UEFA y FIFA en boca del presidente de la confederación europea que afirmaba que, "los clubs de la Superliga serán excluidos de las competiciones europeas lo antes posible" así como que "los jugadores de la Superliga no disputarán Eurocopas ni Mundiales". Algunos han ido más allá como Jesper Muller, presidente de la Federación danesa y miembro del Comité Ejecutivo de UEFA, pidiendo la expulsión de tres de los semifinalistas actuales. Federaciones nacionales (Luis Rubiales), Ligas domesticas (Javier Tebas) e incluso jugadores y exjugadores (Ander Herrera, Gary Neville, Gerard Pique o David Beckham) entre otros, se han posicionado fervientemente en contra de esta nueva competición ante el que parece un discurso único bajo el mantra de Ricos vs Pobres.

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Sin entrar en esta ocasión en si esta nueva competición es buena o no para el fútbol, su salvación o destrucción, o si dichas sanciones son conforme a derecho y viables (desde luego, no sin el debido proceso disciplinario como mínimo), que serviría para otro artículo/reflexión, lo que ha quedado patente es la falta de previsión de las instituciones ante algo que ya venia gestándose y hablando desde hacía meses o años. Declaraciones sobre presidente de la Juventus tildándole de "traidor o serpiente" como ha hecho Ceferin o afirmar que el presidente del Real Madrid "esta perdido y es un desastre de presidente"como comentaba Tebas, es personalizar y dañar puentes de una relación que deberá a futuro acabar siendo cordial.

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Si bien sorprenden este tipo de declaraciones, mención aparte merece la aún más sorprendente falta de previsión de este grupo desde el plano comunicativo y gestión de Public Affairs. La respuesta de las instituciones era previsible y siendo honestos la mayor parte de la gente que se manifiesta a las afueras de Stamford Bridge o Anfield, no han estudiado el proyecto, ni han valorado las cifras económicas ni siquiera en 24 horas (lógicamente) han tenido tiempo de valorar ventajas e inconvenientes. Se han guiado por una percepción, un fervor, una pasión irracional sobre una idea que ha calado bien; esta competición es insolidaria y responde a la codicia de unos pocos ricos.

Pocos argumentos funcionan históricamente tan bien como la "lucha o enfrentamiento de clases" y desde luego, en este primer asalto lejos de los elegantes despachos de la UEFA frente al lago Lemán, la percepción adquirida por el público general ha sido que Nyon es el fortín del fútbol modesto.

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Insisto en que el formato de la Superliga puede ser ampliamente cuestionado o debatido, incluso aún más importante se deben contrastar las cifras que este lunes mencionaba Florentino Pérez. Dicho esto, sí verdaderamente el fútbol mundial está sangrando a esta velocidad, la solución no va a ser la de ampliar equipos como proponen desde UEFA. Se tiene que cambiar el modelo en una dirección que no dañe radicalmente a los equipos pequeños, pero no vender el "sueño" de que a día de hoy todos pueden optar a ganar la Champions, porque hay que ser muy inocente para creérselo y las estadísticas no respaldan de ninguna manera este argumento.

Se necesita mejorar el modelo, hacerlo más atractivo y reducir poder sobre algunos monopolios. El mensaje que querían vender los fundadores de la Superliga es sencillo, la masa de aficionados de cada club que cada fin de semana claman por cada penalti dudoso a favor de su equipo, asciende a más de 2000 millones de personas y la influencia que tienen sobre los poderes públicos, incuestionable. Con estos idílicos mimbres, algunos de los mayores empresarios del planeta se han olvidado de que no solo hay que crear un producto atractivo, hay que venderlo, hay que conseguir que se perciba como un avance y una revolución positiva. Cuando el defensor del Brexit agresivo no comprende una salida de Europa, es probable que el mensaje no se esta sabiendo gestionar.

Con o sin Superliga, el futbol es un gran negocio y aunque muchos sigan queriendo solo ver el aspecto romántico, es una industria millonaria cuyos principales actores buscaran explotar y obtener una rentabilidad más elevada (no es en absoluto una critica).

Se ha infravalorado el poder de la percepción pública, de las redes sociales y mientras se preparaba la batalla legal del siglo por el reparto de poderes en el fútbol, se olvidaron del principal actor, el aficionado y cómo percibiría este anuncio.

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