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MENTALIDAD IMPARABLE

Qué hacer cuando tu voz interior te dice: ¡hazlo!

Marca tu propio camino, no recorras el de otros. Ser fiel a uno mismo no te convertirá en ganador automáticamente, pero sí te hará capaz de todo.

AUGUSTA, GEORGIA - NOVEMBER 15: Jon Rahm of Spain plays his shot from the third tee during the final round of the Masters at Augusta National Golf Club on November 15, 2020 in Augusta, Georgia.   Patrick Smith/Getty Images/AFP
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Patrick SmithAFP

Qué hacer cuando surge esa vocecita interior que te dice: ¡hazlo! Pues sencillamente, hacerlo. Todos tenemos una voz interior. No es una intervención divina. Ni siquiera un don o una capacidad extrasensorial reservada para unos pocos. Siempre hay una voz. Solo que muchas veces el ruido, las costumbres, la norma no escrita, la vorágine de la competición (o del día a día para cualquier mortal), la difumina entre otros mil estímulos.

Esa voz interior es una extensión de nuestra esencia. Se encarga de poner el foco si en algún momento surge la duda, la pregunta, la dificultad, el obstáculo. De poner negro sobre blanco y recordarte quién eres y qué has venido a hacer. Quién eres y cómo lo has venido a hacer.

Ser fiel a uno mismo no es tarea fácil. Mantenerse fiel a uno mismo a lo largo del tiempo menos aún. Eso es algo que distingue a los grandes deportistas. Porque solo quien hace las cosas diferentes, marca su propio camino y no recorre el de otros. Jon Rahm es uno de esos deportistas que lo consigue con una facilidad pasmosa. Ser fiel a uno mismo no te convierte en ganador automáticamente, pero ser fiel a ti mismo sí te hace capaz de todo (con la preparación y potencial adecuados). Y él lo está. Es y será capaz, pese a que Dustin Johnson se llevó la preciada chaqueta verde.

Rahm tiene 26 años, 10 años menos que Johnson, y su porte es una mezcla perfecta entre confianza y honestidad. Una honestidad brutal que se hace evidente cuando lo escuchas analizar cada jornada sin edulcorar su rendimiento, sus resultados: para bien y para mal. Jon Rahm no es un jugador convencional. Sabe volar sin despegar los pies del suelo. Capaz de firmar golpes ‘imposibles’ (no puedo dejar de mirar en bucle el hoyo en uno con tripe rebote en el agua), y de no encontrar palabras cuando le preguntan sobre el fin de semana y compartir de forma abierta y sincera: “Es que no me ha entrado ni una”.

Pero si algo ha sacado Rahm de este inédito otoñal Masters de Augusta, es saber que puede. Saber también que existen circunstancias que pueden jugar en su contra (viento, agua, barro…), pero saber que puede.

“Sé que soy capaz de hacer lo que está haciendo Dustin y no es que yo esté por encima de nadie”, añadía en unas declaraciones a medios. Muchas son las lecciones que ha aprendido Rahm en esta edición, y otras tantas las que él nos ha dejado.

Como que escuchar esa voz interior es clave para que Rahm recorra su camino y no el de la norma, aunque no lo haya convertido en ganador. Solo es cuestión de tiempo. Él conoce sus capacidades y está determinado a ser el jugador que es y no otro: "Voy a ser fiel a lo que siento y a lo que tengo en mente. Si hay que pegar un golpe que no sea lo convencional, lo haré, si es lo que creo y me siento capaz de hacer en ese momento, sin dejarme condicionar por la norma".

Existen deportistas que siguen las reglas y ganan, y otros que las cambian y hacen historia. No me refiero a dinamitar las normas, sino a seguir un camino único: el propio. Para ello, respetar la propia esencia es condición sine qua non.

En golf, el swing, ese movimiento que hace que parezca fácil lo que para nada lo es, es la clave. Una acción en la que todo el cuerpo se pone de acuerdo para un fin -y que es imposible repetir-. Cada jugador, en cada golpe, encuentra el suyo. El swing es algo único, no se puede enseñar o aprender. Es como un ADN. Una cadena de elementos que define a cada jugador.

Algo que la película ‘La leyenda de Bagger Vance’ explica muy bien en varias escenas. En una de ellas, en concreto:

“Dentro de cada uno de nosotros hay un verdadero y auténtico swing. Algo con lo que nacemos, algo que es nuestro y solo nuestro, algo que no se puede enseñar o aprender y debemos mantenerlo vivo. Con el paso del tiempo, el mundo puede robarnos ese swing y que quede enterrado bajo nuestros ‘podría’, ‘habría’, ‘debería’.. Hay incluso quien llega a olvidar cuál era su swing”.

Para encontrar su swing, Rahm nos ha dejado más pistas esta semana: él mismo explicó a los medios que su swing ya no era el mismo. Consciente de que estaba pensando mucho en la posición de sus manos, casi tanto como para robarle toda su atención, ‘aflojó’. Fluyó. Dejó sentir el swing con todo el cuerpo sin pensar qué hacían sus manos. Un movimiento ‘coral’ guiado más por la mente y sus sensaciones, que por la posición técnica de sus manos.

Para aprender a conectar con ese ADN que nos distingue, debemos aprender a reconectar cuerpo y mente, algo que podemos cultivar dedicando 3 minutos diarios de práctica con estos 8 consejos.

Conectar con nuestra esencia tiene más de pequeño ‘gesto’ que de gran ‘gesta’. Ser fieles a nuestra esencia es, por defecto, un contrato firmado a largo plazo y al que el deportista, como Rahm, se debe día tras día.

Ya lo dijo Aristóteles: “Somos lo que hacemos cada día, de modo que la excelencia no es un acto, sino un hábito”.