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MENTALIDAD IMPARABLE

7 claves para que cuerpo y mente hagan ‘match’

Sin una de las partes, el rendimiento deportivo se divide entre dos. ¿Cómo podemos hacer que cuerpo y mente trabajen en equipo?

7 claves para que cuerpo y mente hagan ‘match’
Isabel Yinghua Hernández

 “Al sonar la señal de salida, en los 200 metros libres, mi mente salió disparada y mi cuerpo se quedó sólo dentro de la piscina. Nadaba agarrotado, acortando la longitud de brazada y con una frecuencia de brazos excesiva, ¿pero qué más podía hacer? Mi cerebro se había largado y nadie gobernaba mi cuerpo” - Miguel Ángel Martínez Tajuelo, nadador paralímpico.

Solo dos cosas deben ponerse de acuerdo. Pero, como cualquier ‘flechazo’ entre dos partes, el ‘match’ no siempre sucede.

Uno de los grandes errores que cometen muchos deportistas es el de creer que para conseguir los mejores resultados uno debe centrarse en el rendimiento físico, dejando de lado la parte emocional, gestionada (bien o mal) por la mente. Ponen el foco en el plano físico. Como si lo que sucediera en el cuerpo no fuera con la mente y viceversa. Nada más lejos de la realidad.

Tomo prestada de una entrevista una reflexión del médico y experto en inteligencia emocional Mario Alonso Puig. Lanza una verdad como un templo que conviene recordar siempre.

“La mente y el cuerpo son dos dimensiones que se pueden distinguir pero que no se pueden separar. Es como una hoja de papel que tiene un anverso y un reverso. No existe una hoja de papel en la que se pueda quitar el anverso y dejar solo el reverso”.

A lo largo de mi carrera, son muchos los deportistas que han empezado a trabajar conmigo en un momento de bloqueo o bajón. Un momento que, paradójicamente, coincidía con una gran forma física. Pero una forma física incapaz de conseguir los resultados deseados. Algo fallaba porque una de las dos partes no estaba o había sido anulada.

Es el estado en el que se encontró una vez Miguel Ángel Martínez Tajuelo, nadador paralímpico. Cuando empecé a trabajar con él, él mismo me explicaba que:

“estaba tan obsesionado con realizar la marca mínima para ir a los Juegos de Río 2016, que había dejado de prestar atención a lo que realmente me hacía nadar rápido para conseguir la marca”. ¿Qué ocurría?

Tendemos a pensar que las emociones (canalizadas por nuestra mente) pueden hacernos ‘flaquear’ y por eso no dejamos actuar al ‘músculo’ que verdaderamente tiene la sartén por el mango: la mente. Tendemos a pensar que si nos gobernamos por las emociones, nuestro rendimiento puede ser insuficiente y ponemos el foco en lo físico. Solo en eso. Y cuando eso sucede, nuestro potencial mengua. Se divide exactamente entre las partes: entre dos.

Si aprendemos a gestionar bien las emociones a través de la mente y las ponemos al servicio de nuestro cuerpo, estas pueden ser el origen de un despegue sin límites. Hoy quiero compartir 7 claves para que el plano mental y físico converjan, logren el ‘match’ y hagan posible lo que sin uno de ellos… sería imposible:

1.- Analiza los principales desafíos

Cada competición es un mundo. Por sus características técnicas y por las circunstancias que la rodean, cada prueba, cada torneo, cada partido presenta una serie de desafíos intrínsecos a la práctica deportiva: son los desafíos a ‘batir’. ¿Es más técnica? ¿Más larga? ¿Más dura? Identifica cuáles son.

2.- Define el objetivo a seguir

No reduzcas el objetivo a ‘solo’ ganar. No siempre es un objetivo y hay muchos tipos de victorias. Un objetivo puede ser conseguir una clasificación, alcanzar una determinada puntuación, neutralizar adversarios más fuertes, dejar de cometer un error técnico, batir un récord, etc. Marcar correctamente el objetivo es clave para no fracasar.

3.- Identifica los factores externos

Lo imprevisto sucede, por eso debemos tomar ventaja y estar preparados para todo lo que es difícil que ocurra, pero al final siempre pasa. Existen una serie de elementos que no dependen de ti y que tendrás que tener en cuenta el día que compitas: son inherentes a la competición pero poco previsibles. Son los factores externos: la lluvia, el frío, el público, la hora de la competición, la ciudad o país en la que se celebra, los resultados ajenos, el ruido mediático, etc.

4.- Focaliza tu atención y energía

Es el momento de competir. Identificados los satélites que pueden atraer nuestra atención (y desviar su trayectoria), el deportista debe focalizar atención y energía en aquello que le impulsa: su pasión, por la técnica, la estrategia, por lo que hace. Es decir, en todo aquello que está bajo su control y le hace ser quien es. Centrarse en todo lo que controla aumenta la confianza en sus posibilidades y, como le ocurrió a Miguel Ángel Martínez Tajuelo, nadador paralímpico, disminuyó la presión con la que se enfrentaba a cada competición (una historia de superación que amplío aquí).

5.- Gestiona las emociones, no las evites

Sentir emociones no es malo. Al contrario. Hay emociones como (la euforia, alegría, ímpetu, ambición, placer…) que pueden actuar como una catapulta. Son gasolina para nuestro motor, pero, cuidado, hay emociones como (impotencia, impaciencia, miedo, ira…) que pueden hacernos ‘resbalar’. Debemos aprender a canalizarlas y no dejar que se adueñen de nuestra competición. Ya que todas, si, todas ellas te ayudarán a crecer y superarte si sabes gestionarlas.

6.- Un nuevo enfoque: “voy a hacerlo”

Quiero, puedo y… ¡voy a hacerlo! Son tres actitudes que también deben alinearse. Se forjan en nuestra cabeza y se extienden por el cuerpo. No solo se trata de querer, o de poder, sino de las tres. Si trabajamos sobre el objetivo; si sabemos qué puede pasar -y qué hacer para que pase-; si estamos preparados para todo lo que puede pasar -pese a que no queremos que pase-; si entendemos las emociones que sentimos y dejamos que trabajen a favor y no en contra, entonces, solo entonces, daremos lo mejor de nosotros. Porque dar lo mejor, no es dar lo más (de eso hablaremos en otra ocasión).

7.- Disfruta del viaje

Porque si no lo disfrutamos, el camino hacia la meta no tiene sentido. Cuando solo trabajamos el plano físico y nos olvidamos de las emociones (bien gestionadas), la pasión por el deporte se enfría: sin dimensiones, sin color, sin calor. Se desvanece. Puede haber esfuerzo, puede haber dureza e incluso (de eso también hablaremos otro día) dolor, pero nunca nunca nunca, tres veces nunca, puede faltar la diversión.