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Un Betis-Real Sociedad de infausto recuerdo

El equipo andaluz bajó a Segunda en 1978 tras un triple empate en la cola de la Liga y en una jornada de primas a terceros.

Alabanda, Eulate, García Soriano y Cobo tras el partido.

Era la primera semana de mayo de 1978. El Betis esperaba a la Real y las cabezas hervían haciendo cuentas improbables. Todos se preguntaban, ¿cómo hemos llegado a esto?

Solo once meses atrás había sido campeón de Copa con aquellos penaltis cruzados entre Esnaola e Iribar, además de quinto en la Liga. Regresó de vacaciones dispuesto a comerse el mundo: eliminó al Milán en la Recopa y en la sexta jornada era cuarto en la Liga. Un trueno.

En febrero pasó a cuartos de la Recopa y de la Copa a costa del Lokomotiv de Leipzig y del Burgos, pero empezaba a perder posiciones en la tabla y algunas voces advertían que era mucho arroz para poco pollo. El once titular era espléndido, pero los suplentes… Metido en reformas del campo, escatimaba en la plantilla. No hubo más refuerzo notable que el delantero Hugo Cabezas. Los titulares pechaban con todo y se agotaban, pero los optimistas argüían eso de estamos vivos en las tres competiciones… hasta que en primavera el Dinamo de Moscú y el Sporting echaron al Betis de la Recopa y la Copa, con fuertes correctivos. Dos sueños rotos.

La última alegría fue ganarle al Sevilla el Domingo de Ramos, 3-2 con dos golpes francos de Cardeñosa, pero tras eso menudean las derrotas y el Betis se va rezagando inexorablemente. La penúltima jornada cae en Mestalla y se ve en posición de descenso, con 28 puntos. Por debajo sólo están Elche y Cádiz, ya sin salvación. Por encima, Racing y Hércules, con 29, y Espanyol y Burgos, con 30.

El 7 de mayo se ha de resolver el tercer descendido según la combinación de resultados en cuatro partidos: Salamanca-Espanyol, Hércules-Burgos, Racing-Sporting y Betis-Real Sociedad. El Betis confiaba en ganar a la Real, que todavía no había cuajado el gran equipo que estaba llegando, pero una mirada al resto no era tranquilizadora. El Sporting y el Salamanca no se jugaban nada y en el Hércules-Burgos el empate les salvaba a ambos.

Trasciende que, tras tanto ahorro, el club tiene 16 millones en caja. La afición le exige que se mueva y en efecto se mueve para poner sus conjuros. Ofrece primas al Sporting y al Salamanca, esta última reforzada por una oferta generosa y al entrenador charro, García Traid, para el banquillo bético. Pero el gran hueso estaba en Alicante, donde se planificó la intervención mayor, dando lugar una situación extravagante que años más tarde narraría uno de los protagonistas, Germán Vaya, conocido como El Mani, técnico del juvenil en la época, en la tele de El Desmarque. Contó que Manuel Lopera, entonces hincha distinguido que aspiraba a ser presidente, y él viajaron a Alicante con un talón de diez millones para el Hércules. Acordaron con el entrenador, Joanet, pero luego el Burgos ofreció lo mismo por el empate y al Hércules le convenció más. Lopera, en su desespero, llegó a decirle a El Mani que la solución era secuestrar a la niña de Joanet, que por la mañana hacía la primera comunión, y no liberarla hasta después del partido. Por suerte no se llevó a cabo.

(Las primas a terceros ya no causaban incomodidad a la Federación desde que ella misma pagó a Grecia para su partido contra Yugoslavia en la clasificación para el Mundial-74).

La gente fue al Villamarín con los peores presagios. Trascendió que la Real no traía prima de nadie, señal de que los rivales dan por condenado al Betis. Todos los partidos empezaron a las 17.00. A las 17.07, el simultáneo y los transistores anuncian gol del Racing al Sporting. Mala noticia. Mejor es la que llega a las 17.23, gol del Salamanca al Espanyol. Pero hace falta, antes que nada, un gol en el Villamarín. A las 17.33, penalti a favor del Betis por derribo a Gordillo. Cardeñosa la lanza… y para Arconada.

Los resultados del descanso mandan al Betis a segunda. Faltaría un gol del Betis y uno del Hércules. Los que tienen transistor dan malas noticias: José María García, que ha ido a Alicante, denuncia que allí hay un pacto. El público, en guasa, grita “¡que se besen!”.

Ningún marcador se mueve hasta que a las 18.16 López bate a Arconada y adelanta al Betis. Ahora falta el gol del Hércules, ilusión irrealizable. Urizar, árbitro de aquel partido, no tardó en notar el pacto: los jugadores no entraban y si llegaban cerca del área chutaban más al córner que a la portería. Detrás de la portería del Burgos reconoció a Lopera, que trataba de distraer a Navarro, el meta del Burgos, quizá de engatusarle, pero todo era inútil, porque el balón no llegaba allí.

Total, 0-1, 1-0, 1-0, 0-0. Triple empate a 30 puntos Espanyol-Hércules-Betis, del que sale perdedor el equipo sevillano, que cae a Segunda, como estaba escrito.

Desde entonces en cada visita de la Real al Villamarín el alma bética se estremece con aquel recuerdo.