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PLANETA EBIKE

La ebike como herramienta de recuperación

La asistencia eléctrica permite un reencuentro con la actividad física mucho menos frustrante.

La ebike como herramienta de recuperación

Por motivos personales, después del verano he sufrido un parón largo y casi absoluto en mi actividad física (también he tenido algo abandonado este espacio por la misma razón, me disculpo por ello). A la consiguiente pérdida de forma se suma un ligero aumento de peso, combinación fatal para el reencuentro con el deporte. En otras circunstancias la situación hubiera resultado terrible, pero lo cierto es que gracias a la ebike la cosa ha sido bastante menos frustrante.

Reconozco que no soy un deportista abnegado o sufridor. Me gusta disfrutar y pasarlo bien, no siento especial motivación por asumir retos mayúsculos que pongan a prueba mi voluntad o mi capacidad de sacrificio. Entiendo que son muchos los que precisamente ponen el foco en estos desafíos, insisto que no es mi caso.

Así que, partiendo de tal realidad, hasta hace poco ponerme de nuevo a pedalear después de semanas sin hacerlo me resultaba tremendamente duro y nada agradable. Encontraba demasiadas excusas para retrasar el retorno, acortar mis salidas o abandonar el padecimiento a las primeras de cambio.

El proceso de recuperar el tono se convertía así en eterno, con muchas crisis de fe y la sensación de que aquella pesadilla no iba a tener fin. Sin embargo, en esta ocasión todo ha sido muy distinto. Por fortuna. Las primeras salidas tras el paréntesis forzoso han resultado exigentes, pero en la medida que yo he elegido, hasta el punto de evitar que tanto sufrimiento llegase a dinamitar mi ilusión del retorno.

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Sencillo es con la pedelec, ya lo sabemos, modular el esfuerzo y hacerlo es una bendición cuando ni el corazón ni las piernas responden como gustaría. Empezaba como siempre con niveles de asistencia mínimo, intentando mantenerlos el mayor tiempo posible, cuantos más kilómetros mejor. Cuando las pulsaciones se disparaban o el ánimo decaía, ahí estaba la solución, al alcance de la mano: una simple variación en el modo de entrega de potencia, acompañado con un cambio de piñón, servía para que mi corazón saliese de la zona de colapso y yo pudiera continuar mi excursión con normalidad.

Ese control de esfuerzo físico permite a las personas menos dotadas en este sentido evolucionar sin riesgos para la salud y con mucha más alegría. Insisto en que entiendo y respeto, faltaría más, a cuantos encuentran en el esfuerzo agónico una satisfacción… pero no es mi caso y tampoco el de muchos otros, estoy seguro.

Y para nosotros las ebikes son una revolución, la respuesta a todas las incertidumbres que acarreaba un retorno a la actividad, la seguridad de que podremos recuperar un estado físico aceptable y, sobre todo, la posibilidad de seguir disfrutando de una afición más allá de prejuicios ridículos.

Así que vuelvo a estar en marcha, sé que puedo penar cuanto me apetezca y ni siquiera el frío o la lluvia se convierten en argumentos para quedarme en casa mirando por el cristal. Asumo que habrá a quien le parezca un ciclista blandito e incluso indigno de recibir tan denominación; sinceramente, me resulta indiferente lo que puedan pensar los demás, tan sólo me preocupa poder seguir siendo feliz haciendo lo que me apetezca. Y para conseguirlo la ebike me ayuda más de lo que nunca hubiera podido imaginar.