Prueba Merida E One Twenty 800: la e-bike que no lo parece
El comportamiento de esta pedelec se revela muy cercano al de cualquier bicicleta de montaña convencional.
Tengo que empezar admitiendo que afronté con ciertos prejuicios la prueba de la Merida E One Twenty 800. Cuando la marca me ofreció la oportunidad de conocer el modelo, con el fin de transmitiros a todos vosotros mis impresiones desde este espacio, pensé si tenía algún sentido otorgarle protagonismo a una e-bike sin batería integrada en el tubo diagonal. Su aspecto se me antojaba desfasado de antemano, la solución de colocar la fuente de energía a la vista sobre el chasis me parecía sobradamente superada por la mayoría de los fabricantes de prestigio, entre los que por supuesto figura el gigante taiwanés.
Después de rodar durante varios días con este pedelec, incluyendo dos jornadas largas en La Rioja Bike Ride, comprobé que estaba equivocado en parte de mi planteamiento inicial, al menos en la más importante. Cierto es que estéticamente dejar a la vista el ladrillo de la batería es un atraso y no contribuye para nada a la armonía del conjunto. De hecho, algunas informaciones sin confirmar, moviéndonos si me permitís en el terreno de la rumorología, apuntan a que modelo superior de Mérida (los inferiores tendrán que esperar) disfrutará de una integrada en la gama quizá a partir ya del próximo año, sumándose así a la tendencia general del mercado.
Dejando al margen cuestiones de estilo, la E One Twenty 800 me ha gustado mucho. Sobre todo por ofrecer una sensación más cercana a una bicicleta convencional que la mayoría de las e-bikes actuales (al menos, las que he tenido la ocasión de probar). Una cualidad que tiene mucho que ver, precisamente, con esa batería omnipresente, ya que su geometría general (empezando por una longitud de vainas contenida) recuerda en cada pedalada a una mountain bike muscular.
Es una bicicleta de doble suspensión de dimensiones ajustadas, me encontré cómodo en una talla S cuando, por lo general, con mi 1,70 de estatura suelo decantarme por cotas de una M. Sobre ella, la sensación de ser una pedelec compacta se reafirma y se revela así como muy manejable, fácil de meter en curvas y de girar en espacio reducidos. En contrapartida, como no podía ser de otro modo, peca de un aplomo algo inferior en situaciones comprometidas o bajando a alta velocidad. Nada que comprometa la seguridad o el disfrute pero ya se sabe que todo no se puede tener…
Otro factor determinante para que la eOne Twenty 800 sea una e-bike que no lo parece es su motor Shimano. El E8000 es pequeño pero sobre todo estrecho, con la misma anchura de eje (el conocido como factor Q) que en una bici normal, con lo que pedalear se asemeja muchísimo a una de ellas… si no fuera por la ayuda eléctrica, claro. Del propulsor japonés me han gustado algunas cosas más que otras. De las primeras destacaría su desconexión total cuando deja de prestar asistencia, lo que propicia que rodar con la Merida se convierta en una auténtica delicia, se puede ir por encima de la limitación reglamentaria de los 25 km/h con una facilidad que se agradece en las rutas más rápidas.
En cuanto a la entrega de potencia me pareció correcta sin más en el modo Eco (lo agradecerán los que estén más fuertes, que no es mi caso), perfecta en el modo Pista y quizá algo excesiva en el superior Boost. Mediante una aplicación se pueden regular los dos últimos modos pero no el primero, algo que no entiendo y que imagino en algún momento se solucionará con una actualización de software. (ACTUALIZACIÓN: pocos días después de la publicación de este post, Merida informó de que la última versión disponible de su aplicación ya permitía la personalización del modo Eco. Carencia resuelta, pues).
Su nivel sonoro es algo mayor del que yo estoy habituado (que no quiere decir que sea mucho) y en cuanto a la autonomía de su batería de 500 Wh debo decir que me sorprendió gratamente (prefiero no dar datos al respecto considerando lo relativo siempre de los mismos), al igual que la visualización de la pequeña pantalla de control situada en el lado derecho del manillar, a color y muy legible.
Por el contrario, no me convenció el sistema de levas mecánicas para el cambio de modo. Un planteamiento idéntico al habitual en las transmisiones convencionales que me parece poco funcional respecto a otro electrónico y, sin duda, carente de sintonía en suavidad de funcionamiento respecto al resto del conjunto. Es otro aspecto que creo que en Merida están reconsiderando…
Por último en este breve repaso a la motorización, señalar que la bici de pruebas presentaba un pequeño fallo que me incordió un par de veces. Uno de los dos cables de conexión de la pantalla estaba demasiado tenso y en giros bruscos del manillar en parado se desprendía de la base. En consecuencia, la E One Twenty 800 dejaba de funcionar hasta que te dabas cuentas de que el problema se había repetido y volvías a conectar el cablecito. Quizá fuera algo puntual de la unidad en cuestión y, en todo caso, fácilmente solucionable.
La versión 800 está en el rango medio de la serie E One Twenty, con un precio de tarifa de 4.799 euros. Sus componentes se encuentran en línea con este posicionamiento, del modelo y la variante, de calidad contrastada por su origen aunque no los superiores, obviamente, que se pueden encontrar en la actualidad.
No os voy a aburrir relatándolos porque se pueden conocer de forma detallada en la ficha técnica de la marca, sólo deciros que me pareció un montaje competitivo dentro de la franja de precio de la bici y suficiente para un gran número de aficionados. Los más exigentes, sin duda, tendrán otras opciones entre las que elegir en la oferta de Merida.
En definitiva, la Merida E One Twenty 800 con ruedas de 27,5+ me ha parecido una opción a tener muy en cuenta por aquellos ciclistas que quieran iniciarse en el mundo del pedaleo asistido con un producto contrastado y con una dinámica similar a la de una bicicleta convencional, algo que siempre ayudará en esta transición.
Que el diseño guste más o menos es ya una cuestión personal, aunque desde luego el concepto de la batería a la vista está más que superado. En todo caso, después de llevar unos días con ella terminé acostumbrando a su estética, el pegote sobre el chasis ya no me chirriaba tanto y la cuestión pasó a ser secundaria para mí. Quizá influyó en mi cambio de percepción lo mucho que me habían convencido el resto de sus cualidades…