La pluma de Solari y el tachón de Mou
A colación del despido de Álvaro Benito me ha surgido una duda: no sé si le prefiero en el banquillo o como comentarista. Con otros técnicos me pasa igual. Menos con uno.
Ya lo saben: Álvaro Benito fue despedido la semana pasada como entrenador del Juvenil B del Real Madrid por sus críticas a varios jugadores del primer equipo (Ramos, Casemiro, Kroos…) en una de sus múltiples colaboraciones en los medios de comunicación. El debate, está claro, se centró en si la decisión del club de prescindir del exjugador fue adecuada o no. Hubo opiniones para todos los gustos. Hay quien rescató la palabra dictadura y otros que vieron aquí una traición. A mí, la duda que realmente me asaltó al conocer la noticia fue algo diferente, entendiendo ahora que este tipo de pluriempleo no es compatible con la libertad de expresión. Ahí va: no sé si prefiero para el futuro a Álvaro en los banquillos o de comentarista. Cantando, por una cuestión de gustos, lo tengo más claro. En la banda ha confirmado que tiene madera, además de sabiduría. Hablando de fútbol, supera con creces a la media.
Ésta es una extraña sensación que me sucede con otros entrenadores. Me fastidia cuando se planea o ejecuta cualquier despido. Sobre todo los que son improcedentes o que atentan contra los derechos fundamentales. Pero, como todo en la vida, soy capaz de hacer algunas excepciones. Total, en el mundo de los ricos, los palos son menores y las indemnizaciones bastante más generosas. A Solari le veía más firme en sus columnas de El País que en su gestión de un trasatlántico. He aquí un fiel lector que, sin embargo, no comulga con gran parte de sus decisiones con la batuta. Heredó un equipo que no era suyo. Es cierto. Y aunque le hizo levantar el vuelo de primeras, algo habrá tenido que ver en los desajustes que se han dado en todas las líneas: Keylor ha pasado de héroe a parecer un exconvicto, Nacho está lejos de su techo, los fichajes nadie sabe donde paran, Marcelo ha perdido la figura, Ramos se ausenta cuando quiere, Ceballos es el mismísimo Guadiana, Kroos está lejos de lo que fue Schuster, con Bale ha confundido el palo y la zanahoria e Isco sigue de excedencia sufragada. Solari habría hecho poesía con tantas historietas en este funeral.
Con Quique Setién me pasa algo similar. Siempre he deseado que le vaya bien con la pizarra, pero en estos momentos en los que se cuestiona su valía en el Villamarín no me parecía mal que descansara durante un tiempo. Además de revisar sus numerosas ofertas, el cántabro podría ampliar aquellas columnas mágicas que nos regalaba en El Mundo. El técnico del Betis es uno de los mejores analistas de partidos a los que he leído. Sus resúmenes están a años luz de sus comparecencias en las salas de prensa. Su pasión por la estrategia y la táctica, aprendidas de su maestría con el ajedrez, le llevaban a desmenuzar noventa minutos con la precisión de un cirujano. Si aguanta, como creo que sucederá, podremos ver si es capaz de modular su extremista visión del estilo y maridarla con el riesgo. Y si cae -no lo descarto-, aún podríamos disfrutar de su pluma justo a tiempo, en el desenlace de LaLiga, la Champions y la Copa. Pase lo que pase, saldremos ganando.
El mundo de los entrenadores es insondable, así que mis deseos difícilmente se cumplirán. Siempre fue así. Ya me pasó con Cruyff y con Valdano. Pese a que sus reflexiones siempre han sido de las más lúcidas en los medios, por novedosas y bien fundamentadas, siempre he creído que prefirieron demasiado pronto el púlpito al banquillo. Se debe vivir bastante más tranquilo. El holandés estuvo los últimos veinte años de su vida opinando después de haber sido capaz de revolucionar el fútbol con sus aportaciones. Había llegado tan alto que prefirió que los resultados jamás le devolvieran a la tierra. El argentino, por su parte, ya suma 22 temporadas sin asomarse por la banda cuando parecía que iba a hacer una carrera prodigiosa. Por eso, aunque no me quedó más remedio que ir adaptándome a la decisión de ambos entrenadores, al principio me enfadaban con cada una de sus apreciaciones. Yo no quería más eruditos, prefería seguir aprendiendo del inventor que parió el Dream Team y del técnico que hizo volar a un modesto Tenerife.
Mourinho está en estos momentos a medio camino de todos ellos. Con tantas ganas de hablar como de entrenar. Es imposible, pero ojalá le diera por emular a Cruyff y a Valdano. En esta era de la crispación, en la que sólo hay extremismos que se pelean por todo, simplificando las ideas a eslóganes, no se echan de menos sus desaires en los estadios. En los platós al menos es educado. Verle sonreír en beIN Sports o DAZN, rodeado de los periodistas a los que siempre ha odiado, o dando entrevistas a diestro y siniestro en la puerta de su casa para ofrecerse al Madrid con Solari en la diana, es más entretenido que verle haciendo aspavientos en la banda. Lo malo es que si no entrena pronto, Florentino mediante, para ser un gran columnista de los que me enganchan necesitaría a un negro a lo Ana Rosa Quintana.