El mundo de Roncero

El Madrid es mi razón de ser y la de millones de aficionados en todo el mundo. Cargamos una mochila maravillosa con 13 Copas de Europa y 34 Ligas. La vida sigue siendo blanca y bella...

Autor: Tomás Roncero

EL MUNDO DE RONCERO

Aquella final del 84 que acabó a tortas…

Tras el final de la Copa del Rey del pasado fin de semana me ha venido a la memoria aquel clásico que decidía la Liga ACB en 1984.

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Aquella final del 84 que acabó a tortas…
EDUARDO CANDEL DIARIO AS

Ahora que hemos vivido una espectacular final de Copa entre Madrid y Barça, mancillada en los últimos 12 segundos por los increíbles errores del trío arbitral de cuyos nombres no quiero acordarme, me ha venido a la memoria aquel clásico que decidía la Liga ACB en 1984. Se jugó en el viejo y extinto Pabellón de la Ciudad Deportiva del Real Madrid. 5.000 aficionados apiñados en las gradas, otros 10.000 se quedaron fuera sin posibilidad de conseguir una entrada, el ambiente era casi más propio de un partido de fútbol por la tensión que se vivía en las tribunas… El triunfo daba al Madrid el título, si ganaba el Barça se jugaba otro encuentro de desempate. Cada canasta se celebraba dejándose la garganta por parte de la afición blanca, muy picada por esos duelos con los azulgrana que Sibilio, Epi o Solozábal habían inclinado en ocasiones para su equipo.

El Madrid de Lolo Sainz se agarraba a la fortaleza descomunal de Fernando Martín, a la sabiduría de Corbalán en la dirección y a los contraataques supersónicos de Iturriaga. Quedaba seis minutos y el partido estaba en el alambre. Se sucedían las igualadas o las mínimas ventajas de uno o dos puntos para cada equipo. En esas y al salir de un bloqueo, Iturriaga suelta el codo en el rostro de Mike Davis, un pívot estadounidense fibroso y musculado al que no querrías tener nunca como enemigo. Tuvo una reacción en caliente y le propinó un puñetazo al alero vasco. Itu cayó fulminado al parqué y Fernando Martín, testigo de la pelea, se lanzó a por Davis para defender a su compañero. David replicó, hubo puños al aire entre dos titanes, dos fuerzas de la naturaleza, el público rugía como si estuviésemos en el Coliseo de Roma en una pelea ente gladiadores. Fue una cosa de locos.

Al final, los tres jugadores fueron descalificados. El partido siguió. Dos tiros libres de Wayne Robinson forzaron la prórroga, en la que el Barça hizo valer su mayor profundidad de banquillo y ganó por dos puntos (67-69). El Comité de Competición decidió sancionar a Davis con seis partidos, a Fernando Martín con tres y a Iturriaga le dejaron sólo una multa económica. Esta última decisión enervó al club azulgrana, que decidió no presentarse al partido de desempate, lo que dio el título de Liga automáticamente al Real Madrid. Por eso, conviene decirle a mi amado club de Concha Espina que no tome decisiones en caliente. Salirse de la ACB sólo nos perjudicaría. En los libros de historia la gente ve que en el desenlace de Liga de 1984 pone al Madrid como campeón, sin acordarse de qué sucedió. Eso sí, esta historia refleja que la pasión de los Madrid-Barça viene de muy atrás. Tres meses después, los jugadores de ambos equipos lideraron en Los Ángeles la medalla de plata olímpica en el momento de mayor popularidad que ha tenido el baloncesto en nuestro país. Al final se puede llegar a un punto de concordia. Que ahora, 35 años después, cunda el ejemplo.