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El tercer tiempo

Actualizado a

La mirada de Messi

Fue el Clásico de ayer un partido atípico. Incluso por el resultado, que algunos cantaban ignorando que un encuentro de estas características puede salir por peteneras. Por peteneras, que es una copla que parece que da mala suerte, y se la dio al Madrid. Pero había la sensación de que podría igualarse, no por los que estaban en el campo, sino por los que estaban ausentes. Uno de esos ausentes, Lionel Messi, ahora puede dormir tranquilo; incluso pudo haber dormido tranquilo la siesta de ayer. Sin embargo, fue al campo, se divirtió; Luis Suárez, que es su compadre, lo obsequió con tres goles, como si los hubiera metido él.

La mitad del Clásico

La otra mitad tradicional del Clásico de la última década, Cristiano Ronaldo, se debate en las redes, por su reloj, por su vida íntima, y triunfa en el campo. Lo vi jugar el sábado ante el Empoli. Marcó de manera impecable, como siempre, celebró como siempre, y soportó durante el partido, también, fases de descanso en las que no le llegaba balón alguno. Faltó en el Clásico de ayer, como faltó Messi, ambos por razones muy distintas. Lo que quiero decir, viéndolo jugar en Italia, es cuánto ha perdido LaLiga. Ha perdido hasta sus malos modos, pues eso le daba sabor al campeonato. No hay otro como él… de momento.

Emperador de Vigo

Y vi jugar a Iago Aspas. Cuidado. Palabras mayores. En un momento del partido vi que le hacía una señal, desde lejos, a su portero. Pensé que exageraba: si estaba a un kilómetro, ¿qué iba a hacer? Luego recibió una pelota, como esa que reclamaba a distancia. La paró con suavidad, la colocó como un escultor puliría el mármol y disparó de manera impecable, como si fuera cómplice del aire. Dicen que el aire no suena. Excepto si dispara el emperador de las bateas. Aspas no quiere cambios, su pueblo es su porvenir; es un jugador arraigado. Tiene razón en quedarse: vuela solo.

Confusión en Miami

Esta manía de celebrar en Miami un partido de LaLiga es de señoritos. Quitarle el sabor del fútbol a los que de veras mantienen el vigor del campeonato. El fútbol es como una sucesión de huertos que riegan los que van cada vez a los campos. El vigor con el que Javier Tebas defiende sus convicciones ignora la fuerza de esos regadíos, y pone en riesgo el hilo que junta este deporte importante, maravilloso y delicado, con quienes de veras lo pagan. No son sólo las marcas las que sostienen la carestía de los fichajes, sino que es el aliento de la afición. Y si a ésta se la desplaza, Tebas puede un día quedarse sin juguete.

Pasión del Athletic

Dijo Itu, el gran árbitro, que habla tan bien como pitó, que la afición de San Mamés se está yendo del estadio. En el mismo Carrusel, Íñigo Markinez le rebajó la depresión: ya estaban entrando más aficionados. Confieso que vi todo el partido, y confieso también que en algún momento no entendí qué hacía allí, viendo este toma y daca en el que el Valencia puso también su papel de frontón inane. Estos equipos tienen vigor, pero no tienen continuidad, son como huertos secos que desmerecen de la historia que los alienta. Pensé en Patxo Unzueta, mi amigo bilbaíno. Cuánto sufrirá su pasión estética.

Esperando a Costa

El Atlético vive en vilo entre la calidad (de Rodrigo, por ejemplo) y la espera. Ahora espera a superar, en Europa, los defectos que hicieron mesarse los cabellos al entrenador y en LaLiga, a recuperar a Diego Costa como goleador activo. En la literatura, el brasileño sería como el poeta que se queda sin versos o como el escritor al que ya no le vienen más novelas. El Atlético siempre ha sido muy literario (Juan García Hortelano, Almudena Grandes, que por cierto ha ganado el Nacional de Literatura…), de modo que esa ansiedad por Costa forma parte de la narrativa habitual del equipo.

La frase

"Y se quedarán los pájaros cantando"

 Juan Ramón Jiménez