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SIN CADENA

Por la convivencia y el respeto entre conductores y ciclistas

No ha habido un sólo día en las últimas semanas en que no me haya visto al menos en dos o tres situaciones de peligro en la carretera

Adelantamiento temerario poniendo en riesgo la vida de los ciclistas, la del resto de conductores y hasta la propia

El coche que te pita desde 100 metros antes, como diciéndote que te va a pasar. El efecto pantalla de un camión que te adelanta a menos de medio metro y te desestabiliza. O el que, viniendo de frente, estima oportuno adelantar justo cuando va a pasar a tu altura. El coche que tiene un stop pero, cuando ve que enfrente viene una bici, tira adelante creyendo que le da tiempo porque “las bicis van despacio” ¿Quién no ha vivido esto en una salida en bicicleta?

No tenía pensado escribir de este asunto por aquí, al menos no tan pronto. Pero resulta que en las últimas semanas me estoy volviendo a animar a salir en bici por la carretera, y si recapitulo no hay un solo día en el que no me haya encontrado en, al menos, dos o tres situaciones de peligro. Y puedo asegurar y aseguro que soy de los que van por su sitio y sin hacer locuras en la bici. Especialmente porque me juego la vida.

Ayer mismo, sin ir más lejos, decidí utilizar un paso de peatones –bajado de la bici- para hacer un cambio de sentido. Precisamente por hacer las cosas bien y porque sabía que no había rotondas hasta varios kilómetros después. Pues bien, el coche que viene se detiene dejarme paso… y el de detrás se abre al carril contrario, acelera y me pasa a 20 centímetros de la rueda de atrás. No es nuevo que muchos conductores –quiero pensar que cada vez menos- ven a los ciclistas como un estorbo en la carretera. Una especie de invasor de la calzada que, además, molesta porque va más despacio.

No han entendido nada. Las bicis han llegado a la carretera para quedarse. No es una moda pasajera, es decir, dentro de 10 años no se van a despoblar los arcenes. Tampoco sé realmente hasta dónde seguirá creciendo la afición por este deporte en España, pero incluso aunque haya tocado techo, es impensable que ni siquiera la mitad de los que lo practican hoy dejen de hacerlo. Por tanto, o convivimos todos o esto se va a hacer complicado. Y al final, la protección del ciclista es un casco, su habilidad y su cuerpo.

Grupo ocupando todo el carril derecho
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Grupo ocupando todo el carril derecho

Tampoco han entendido nada los que, desde lobbies del motor -sí, los hay-, piden seguros obligatorios –una buena parte de seguros de hogar ya cubre accidentes en bici-, matrícula, ITV –eso ya es de traca- e impuesto de circulación para las bicicletas. Estamos hablando de un vehículo que va movido con la energía propia, no contamina y es bueno para la salud… ¿y le vamos a poner un impuesto por poder sacarlo a la calle? Por no hablar de que los países centroeuropeos en los que la bicicleta es la reina de las ciudades no se ha logrado ese modelo a base de exigir requisitos sin sentido –ninguno pide matrícula ni seguro obligatorio y así lo refleja un estudio de la DGT en 2015-, sino a base de respeto a la bicicleta, dando prioridad al ciclista en cruces complicados o rotondas y fomentando su uso en lugar del coche. Y eso que el tiempo por allí no es tan benévolo como en estos lares.

Pero nosotros también tenemos lo nuestro, y a veces es necesario entonar el mea culpa. Cuántas veces, cuántas, he terminado metido en un grupo en la carretera, he ido con ellos, les he dado relevos, me he puesto a charlar… y cuando hemos entrado en un pueblo se han saltado un semáforo en rojo o no han respetado un paso de cebra. Esto también me ocurrió hace apenas diez días. Éramos más de 10 y en el semáforo nos paramos dos. Y sinceramente, creo que no es el camino. Si reivindicamos justicia –y lo hacemos porque tenemos razón-, también hay que dar ejemplo por nosotros mismos. Para muestra, lo que le sucedió a Joaquim ‘Purito’ Rodríguez hace unos días, multado por ir grabándose con el móvil para una promoción. Un error que reconoció.

Ni se puede ir a 45 por hora en poblado en un grupo de 20 -un frenazo brusco puede provocar un destrozo tremendo-, ni se puede ocupar todo el carril de una carretera. El reglamento nos permite ir en filas de dos, en paralelo, para ser más visibles. Hasta ahí perfecto. Pero en pueblo con mil rotondas, badenes, semáforos, aparcamientos y demás obstáculos de la jungla urbana, tenemos que ser responsables también por nuestra parte. Los semáforos en rojo están para respetarlos. Cuando salgamos a carretera abierta le damos toda la caña que sea necesaria. Y si no, para eso están los puertos. Para demostrar lo finos que estamos.

Así que, al final, todo se reduce a una cuestión de convivencia, respeto y de saber que no se trata de ‘coches contra bicis’ sino de personas usando el mismo espacio. Con una diferencia: un coche se abolla, un ciclista se puede dejar la vida. Y todos tenemos gente que nos espera en la casa. Os prometo que estos días me he planteado mucho dejar de salir y buscarme alguna actividad en gimnasio de forma permanente. Pero tras pensarlo, voy a seguir saliendo, exigiendo que me adelanten con metro y medio de espacio, respetando las normas y luchando como se pueda por una mejor convivencia entre todos.