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ME GUSTA EL FÚTBOL

Tres jugadores terminaron en la cárcel por bárbaros

El Milan fue a jugarse la Intercontinental de 1969 con Estudiantes en Argentina. Aquello fue de una ferocidad criminal.

El milanista Combin se retira con el rostro ensangrentado.
EL GRAFICO

Se habla de recuperar la Intercontinental. Nacida en el sesenta para enfrentar a ida y vuelta a los campeones de Europa y Sudamérica, acabó por ser temida y aborrecida por los europeos, por los palos que allí les daban. Durante años se jugó a partido único en Tokio, hasta que devino en este Mundalito. Las escenas más horribles de su primera época sucedieron en el Estudiantes-Milan, en la cancha de Boca, la noche siniestra del 22 de octubre de 1969.

Aquel Estudiantes llevaba tiempo dando que hablar. Tenía buenos jugadores, pero al tiempo hacía acopio de detallespara mejorar sus posibilidades. Aportó muchas jugadas de laboratorio, que hoy son comunes, lanzaba los córners a pierna cambiada, hacía la trampa del fuera de juego… Pero también pegaba, fingía recibir, protestaba, trabajaba los nervios de los rivales con información familiar sensible, robaba tiempo si se ponía por delante. Llevaban clavos en la media para pinchar a los rivales en los córners. Ningún escrúpulo. Osvaldo Zubeldía era el entrenador e ideólogo. Bilardo era su lugarteniente en la cancha.

Así ganó en 1968 la Copa Libertadores y a continuación la Intercontinental, al United (1-0 en Buenos Aires, 1-1 en Manchester). En Inglaterra quedaron horrorizados de lo que le tocó vivir a su equipo. En 1969, Estudiantes repitió triunfo en la Libertadores. Y le tocó enfrentarse al Milán.

La ida fue el 8 de octubre en Milán, donde recibieron a los argentinos con una lluvia de objetos. Una botella alcanzó a Aguirre Suárez. El partido fue duro, pero pasable. El Milán ganó 3-0. Ahora se trataba de aguantar lo que fuera en Buenos Aires. Como ante el Manchester, Estudiantes decidió jugar en la Bombonera de Boca Juniors.

El Milán se plantó firme en aquel pandemónium. Metiditos atrás, resistiendo planchazos y codazos, devolviéndolos… Pratti sale fuera, en brazos de compañeros, tras un tantarantán de Aguirre Suárez al que suma una patada Poletti, que recorre medio campo para sacudirle cuando aún se duele en el suelo. En eso, en el 30, Rivera corta en el medio campo un mal pase de Manera, avanza en pared con Combin, regatea a Poletti y marca. Gol. Cuatro de diferencia. Parece que todo está terminado.

Pero justo antes del descanso llegan dos goles de Estudiantes en un minuto. Primero, un tiro de Bilardo que rebota y le cae a Conigliaro, que fusila. De inmediato, córner que saca Madero, Cudicini rechaza flojo y el balón le cae a Aguirre Suárez, que empalma.

Esos dos goles inflaman de nuevo el partido, claro. Y lo de la segunda mitad será horrible. En mi casa (se televisó a Europa, de una a tres de la madrugada) vi con espanto escenas a las que no cabían los términos de dureza o agresividad, tan de uso en el fútbol. Aquello era ferocidad criminal. Combin recibió un codazo que le rompió el pómulo y le deformó la cara. Rivera tuvo que ser retirado también. Por suerte, el Estudiantes no podía desentenderse del balón, porque necesitaba goles, pero no llegaban y se desquitaba de su frustración aprovechando cualquier oportunidad. El árbitro chileno Fenando Massaro se decide por fin a expulsar a Aguirre Suárez en el 74. Se va fingiendo llanto, aclamado por la grada. Ya en el 84, también expulsa a Manera. Acaban nueve contra nueve.

Todo termina 2-1. Cuando los milanistas festejan en el centro del campo, Poletti, que anduvo toda la noche en estado de enajenación, acude allí y entra en el grupo con una patada en alto, estilo kung-fu, a Lodetti. Se arma el revuelo, la policía consigue disolver aquello.

Una vergüenza para el fútbol agravada porque al llegar al vestuario los jugadores milanistas supieron que la policía se había llevado a Combin, el del rostro deformado. ¿Por qué? Combin nació argentino, pero a los 18 años se fue a Francia y se nacionalizó francés. Con 23 fichó por el Milán. Ahora tenía 25. Le detuvieron por prófugo, reclamado por no haber hecho el servicio militar en Argentina. Pasó dos horas en comisaría y luego fue trasladado al Regimiento de Infantería Número 1 Patricios. La detención duró 12 horas. Se resolvió cuando a la mañana siguiente acudió el embajador francés, con un certificado de que Combin había hecho el servicio militar en Francia. Eso le liberaba, según convenio entre ambos países.

Tras la barbarie, Héctor Onganía, presidente-militar-golpista de Argentina, lanzó un mensaje al mundo deplorando los hechos. Y resolvió aplicarles a Poletti, Manera y Aguirre Suárez un edicto que permitía condenar a 29 días de cárcel, sin intervención de un juez, a quienes el comisario de la zona considera responsables de alteración de orden público, incitación a la violencia o riña. Un edicto creado en realidad para el fútbol, y que ya en 1968 se había aplicado en un Racing-Estudiantes. Aquella vez, los jugadores, dos por bando (uno ya fue Aguirre Suárez) sólo estuvieron presos cuatro días.

Esta vez completaron los 29 días de cárcel. Además, Aguirre Suárez fue suspendido por un año, más cinco para la Selección, y Poletti de por vida. Luego sería indultado cuando cayó el directorio militar de Onganía. Aguirre, a su vez, vendría luego a España, al Granada, donde dejó recuerdo legendario de su dureza.

Fue la noche más espantosa que vivió el fútbol. El rostro irreconocible de Combin cuando salió del avión a su regreso a Milán fue portada en todos los diarios de Europa.