Tras años de excelente magisterio, Simeone vive sus horas más críticas en el Atlético. La marcha en Liga y, sobre todo, el atasco en la Champions y en la Copa han desatado las críticas. Muchas, justificadas. Sin embargo, algunas parecen excesivas, dramáticas y, lo peor, mal tiradas cuando se les quiere otorgar una tajante justificación. Si la motivación no fluctuara, si la concentración fuera regular y si el rendimiento se mantuviera uniforme, todos los equipos serían campeones en mayo y cada uno de nosotros optaríamos a un bonus como empleado del año. Pero, nos guste o no, somos humanos e imperfectos, y para que haya vencedores siempre tiene que haber vencidos. Aquí, por lo visto, ya no vale un tropiezo, no se consiente un gatillazo ni, por supuesto, se valoran los méritos de los rivales. El vicio es extrapolable a otros clubes que viven días negros. Hablemos más del Girona, Tottenham, Qarabag y Villarreal y no creamos que los grandes son el ombligo del mundo. Por eso se dice que el Atleti y Simeone ya no valen, sin más, obviando que estamos en noviembre y a que aún aspiran a levantar copas.
Es respetable tanto pesimismo. Allá cada cual. Pero mientras se insiste con vehemencia en que el mal colchonero radica en la escasa renovación del equipo y en la falta de poderes de antaño (espíritu guerrero, fe e intensidad), la lectura queda incompleta. Esos renglones están torcidos. El quid de la cuestión no se centra en lo esencial: la plantilla sí que se ha renovado, en todos sitios menos donde debe, y claro que ha mantenido ese espíritu combativo, hasta empacharse y empacharnos. Es justo al revés de lo que se cree y se está contando. Los jugadores del Atleti se han aprendido tan a conciencia el libreto original de Simeone, y lo tienen tan asimilado, que se han convertido en verdaderos fundamentalistas de una sola idea, la del manido Cholismo, sin capacidad para ejecutar otra, sin saber adaptarse a los cambios ni amoldarse a las nuevas exigencias. El problema, por tanto, es que el Atlético sigue mirando con obsesión al glorioso pasado en vez de enfrentarse de una vez al esperanzador futuro. Olvida que nada, cuando se consume en exceso, es bueno. Aunque sea positivo y saludable como esa ‘religión’ que ha patentado. Pregúntenle a Michael Douglas por los peligros de abusar del sexo o escuchen a su estómago tras beberse del tirón una garrafa de Aquarius.
Simeone ha ido cambiando piezas en estos años al frente del equipo en la portería, en el centro de la defensa y sobre todo en su ataque, pero en los laterales y en el mediocentro, que son posiciones claves para los entrenadores que quieren tener el balón y atacar como costumbre, se ha quedado corto, lo ha hecho sin convencimiento o como complemento y no ha evolucionado en el perfil que se necesitaba. Miren el once de sus primeros días. Echen un ojo al equipo de la primera final de Champions. Observen el del segundo fiasco en Milán. Y recuerden el de la noche negra ante el Qarabag un lustro después. Juanfran y Gabi, por ejemplo, continúan siendo indiscutibles. Y hay más. Ahora se sigue suspirando, como solución para todos los males, porque regrese la mordiente de Costa (más casta), sin lamentar no haberse rascado el bolsillo por fichar a Parejo, a Banega o alguna pieza similar que mueva al equipo. El Atleti necesita con urgencia reconocer con otro fútbol su nueva y añorada grandeza.
Ampliar
SERGIO PEREZ REUTERS En cuanto a la modestia, el partido a partido y la supuesta inferioridad respecto a los grandes también es necesario debatir. Han sido los mismos valores inoculados desde que la nueva Era Simeone arrancó con Perea y Domínguez de centrales. No se han renovado la mentalidad ni los objetivos y así hemos llegado hasta nuestros días, en los que el club ha invertido 50 millones en retener a las estrellas, se ha gastado otros cientos en fichajes y ya gana de la tele lo impensable sin que el equipo haya asimilado la espectacular transformación. Si ya se logró enterrar lo del ‘Pupas’, no debe haber problema por dejar atrás esta carga. Lo del balón largo en busca del rácano 1-0 y el posterior cerrojo parece ya anticuado. El Atleti no ha sabido interpretar su nuevo papel en el mundo. Su poderío es otro y su filosofía ya no tiene nada que ver únicamente con sudar más que pensar. En ocasiones sigue siendo prioritario, o complementario, pero no es un buen estilo de vida. Oblak, Koke, Saúl y Griezmann no se quedaron para esto.
En definitiva, sin perder la humildad ni el ejemplar respeto al trabajo, el Atlético debería ya reformularse, perfeccionar su estilo sin destruirlo y analizar qué tiene para lo que quiere. Seguir jugando al desgaste y basar todo en el empuje, el físico y el ardor no es la mejor estrategia estando liderado por veteranos a los que ya les faltan los poderes. Ante el 75% de los equipos, el Atleti debería mandar, reconocerse sin miedo como favorito y desplegarse conforme a otro ambicioso plan. Me da que parte de su gente agradecería que Simeone se lo replanteara. Será difícil. Está tan aferrado al pasado que esta semana organizó un entrenamiento en el Calderón para poder inyectar otra dosis de aquel aroma. Sin embargo, no hay mejor reto posible para el argentino que reinventarse y resucitar al equipo. Si Douglas ha sido capaz de reconducir su vida en base al amor con Catherine Zeta-Jones, no veo imposible que Simeone también haga vibrar al Wanda Metropolitano.