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Conchiamancio, folclóricas y finolis

La selección sub-17 de chicas ha sido finalista de la Copa del Mundo, la de mayores encabeza el grupo de clasificación para el Mundial, la sub-19 es favorita en el suyo para el preeuropeo… Gol T televisa cada domingo un partido de la Liga femenina, cuyos resultados recoge regularmente la prensa deportiva. Nuestros clubes de campanillas (menos el Madrid, feo detalle) participan en esa Liga. Informe Robinson prepara un reportaje sobre el fenómeno…

Pero hubo tiempos difíciles. Fue en el arranque de los setenta. Algunas chicas empezaban a jugar al fútbol, ante la mirada generalmente hostil de sus padres, madres, hermanos y hasta compañeras de colegio. Pero les gustaba y eran atrevidas. Empezaron a organizarse equipos de barrio y en Villaverde, a las afueras de Madrid, un tipo emprendedor y entusiasta, llamado Rafael Muga, le dio un gran impulso. El 8 de diciembre de 1970 organizó una especie de partido fundacional entre su propio equipo, llamado Mercacredit, nombre de una empresa de Villaverde que ayudaba, y el Sizan de Madrid. Sizan de Nazis escrito al revés, porque su promotor era un feroz ultra.

Rafael Muga tenía amigos, activó sus contactos, consiguió interesar en el acontecimiento a José María García, la gran estrella de la radio de la noche en la época, y a AS. Acudió mucha gente al estadio del Boetticher. Ganó el Sizan 5-1 y súbitamente saltó a la fama, con solo 15 años, una chica llamada Concepción Sánchez Freire, para las amigas Conchi, y rebautizada de un día para otro como Conchiamancio. Jugaba como Amancio, con regate brujo, salida rápida y el gol entre ceja y ceja. Abundaron los reportajes sobre ella. Rafael Muga la fichó para su equipo, rebautizado como Olímpico de Villaverde, un poco en homenaje a Juan Antonio Samaranch, delegado nacional de Deportes y presidente del Comité Olímpico Español al que Muga escribió una carta pidiendo apoyo, de vuelta de la cual le llegó equipación completa para todo el equipo.

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Empezó entonces una lucha desigual entre el grupo de pioneras, con sus valedores masculinos y el mundo que les rodeaba. La Sección Femenina, que tenía a cargo el deporte femenino, escribió una severa carta a todas sus delegadas provinciales y locales, advirtiéndoles contra la peligrosidad de la práctica del fútbol para las mujeres. La delegada de Valdemoro fue despedida porque desoyó la instrucción y amparó la creación de un equipo. Pero no era solo la Sección Femenina. En general se miraba a las chicas que jugaban al fútbol como marimachos o chaladas que querían llamar la atención.

El presidente de la Federación de Fútbol, José Luis Perez Payá, que había sido notable jugador del Atlético y del Madrid, abogado de carrera y con buena formación, negó la inscripción del fútbol femenino en su organismo. Y lo justificó así:

—No estoy contra el fútbol femenino, pero tampoco me agrada. No lo veo muy femenino desde el punto de vista estético. La mujer en camiseta y pantalón no está muy favorecida. Cualquier traje regional le sentaría mejor.

Pero siguieron. Hubo campeonatos regionales y partidos amistosos interregionales. El gran Antonio Ramallets entrenó al Peña Femenina Barcelona, que amparó el presidente, Agustín Montal. Se jugó un partido de selecciones en Murcia, contra Portugal. La Federación se opuso, negó árbitro. Finalmente arbitró Sánchez Ríos, pero vestido de chándal, no con la equipación arbitral. Se concertaron tres partidos con Italia, uno allí y dos aquí, en Córdoba y Badajoz. El de allí se televisó, y eso dio a la organización para pagar el viaje de las españolas. La devolución de visita de las italianas dejó pérdidas, porque en el partido de Córdoba llovió a mares.

Muga editó una revista, que distribuía gratis a todos los equipos de España. Se recogían los resultados, entrevistas (el propio Ramallets aparece en una de ellas)… Era el hilo que unía todo aquello. Pero siempre río arriba. Se enfrentaron a dos iniciativas que ridiculizaron el fenómeno. Una fue el partido entre folclóricas y finolis. Las folclóricas, con Lola Flores de capitana, su hermana Carmen, Rocío Jurado, Marujita Díaz y demás, vestidas de Betis. Las finolis eran las Encarnita Polo, Luciana Wolff y cía, con los colores del Rayo Vallecano. Manolo Gómez Bur como masajista chulón. Buena asistencia al campo del Rayo, recaudación para las guarderías del Patronato de Nuestra Señora del Socorro, pero imagen bufa del fenómeno. También apareció una oportunista película de Pedro Masó, bastante infame, titulada Las Ibéricas FC, con las macizas de la época (Ingrid Garbo, Rosanna Yanni, Claudia Gravy, María Kosty…) viviendo las zozobras entre su afición al fútbol y el enfado de sus novios.

El Stade de Reims hizo una gira por España con buenas asistencias. Un Olímpico-Standard de Lieja metió 8.000 personas en Las Margaritas, en Getafe. Pero poco a poco la llama de la novedad fue languideciendo. Demasiadas dificultades. El 28 de abril de 1973, justo el día en que se casaba Rafael Muga, Conchiamancio dejó el Olímpico y se fue a Italia, al Padua, con una ficha de 75.000 pesetas. Aquello fue un bajón.

Conchiamancio hizo carrera en Italia. Jugó en cinco equipos, alcanzó fama, hizo algún dinero. Pero, con un contrato mal hecho, cuando tuvo una lesión de ligamentos tuvo que pagarse ella casi completa la operación y la estancia en el hospital, con lo que se le esfumaron casi todas las ganancias. La lesión le llegó justo cuando, ya legalizado el fútbol femenino (en 1980, a instancias de FIFA) le iban a llamar por primera vez para la selección. Había sido pionera y capitana de la selección apócrifa en aquellos partidos contra Portugal e Italia, pero no llegó a debutar oficialmente.

Recuperada, jugó en Inglaterra, en el Arsenal, el Brighton y el Bristol, donde también entrenó. Hizo la carrera de Terapia Nutricional. Al cabo del tiempo, se muestra contenta de haber vivido durante 25 años del fútbol, de su experiencia, de sus tres idiomas, de sus recuerdos, de aquellos reportajes que le hicieron con Amancio. La niña que jugaba en la Plaza del 2 de mayo con los chicos y asombraba (o escandalizaba) a los vecinos tiene todavía una aspiración: hacerse entrenadora en España.


Rafael Muga prepara un libro con todas aquellas vivencias. Cuando la Federación adoptó por fin el fútbol femenino no contaron con él, ni con Agustí Mallol, concejal de Tarragona,alma máter en Cataluña en aquellos años. Eso le desencantó. Se le dio el mando a Antonio Alberca, polémico hombre del fútbol sala.
El tiempo, el cambio de mentalidad, la presión de la FIFA, el estímulo del entorno, permitieron por fin cierto apoyo real al fútbol femenino en España. María Teresa Andreu, que fuera portera del Peña Femenina de Barcelona bajo el mando de Ramallets, entró en la Federación y lo activó. Ahora hay presupuesto, categorías inferiores, se llama a las que juegan fuera, aunque cueste dinero. Hay 25.000 fichas, aún muchas menos que en nuestro entorno, pero ya es algo. Hay figuras exportadas, como lo fue Conchiamancio en su día, con más dinero que ella, claro, y mejores condiciones.

Sobre todo, a nadie se le ocurriría ahora organizar un partido de folclóricas contra finolis, ni con la mejor intención, ni hacer una película como Las Ibéricas FC. Contra aquello lucharon Muga, Conchiamancio, Mallol, María Teresa Andreu y tantos más. El hoy les hace felices. Este hoy es posible por aquel ayer.