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Tim Duncan, la leyenda silenciosa

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Tim Duncan es aburrido. Tira a tabla, no hace gestos, lleva toda la vida en un mercado pequeño, le interesa tanto defender como atacar, no gasta fuerzas en hacer un mate si puede resolver con una bandeja, fuera de la cancha se vuelve invisible. Tim Duncan es aburrido. Ya. Pues quién fuera así de aburrido. Porque, seamos serios, lo que es Tim Duncan es una leyenda, el mejor ala-pívot de la historia, un prodigio técnico y físico que a los 37 años está regalando una de las mejores temporadas de su vida, que es como decir que Picasso ha pintado uno de sus mejores cuadros. Triple mortal con tirabuzón.

Duncan, junto a otros tres genios sin ínfulas como Popovich, Ginóbili y Parker, se presenta como último obstáculo en el ascenso definitivo a los cielos de LeBron James. Cara a cara los dos mejores jugadores de la era post Jordan (y que me perdone Kobe). El de Miami, es puro Hollywood y el de San Antonio, nouvelle vague; uno es el mejor Spielberg, el otro el mejor Truffaut. Los dos son obras maestras. El legado de LeBron está por escribir, pero un quinto anillo pondría a Duncan como líder de la quinta gran dinastía de la historia tras los Celtics de Russell (11), los Bulls de Jordan (6) e igualado con los Lakers de Mikan y los de Magic. Palabras mayores, sí. Enormes. Como él.