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Bernie Ecclestone, un genio de la mercadotecnia

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Reconozco que Bernie Ecclestone me irrita en ocasiones con sus declaraciones o sus decisiones. Tiene una visión tan mercantilista de la Fórmula 1 que no puedo compartir muchas de sus percepciones sobre el campeonato que controla. Sin embargo, le considero un tipo inteligentísimo, hábil como pocos y que mantiene, a sus ochenta años, una pasión por lo que hace que me resulta tan admirable como envidiable. Porque no me puedo imaginar que a su edad y con una fortuna estimada de 3.000 millones de euros siga en la brecha exclusivamente por el negocio. Además, desde la atalaya de quien está de vuelta ya de todo, ofrece una perspectiva de las cosas descarada y carente de cualquier tipo de prejuicio. Y eso, periodísticamente, es un filón de incalculable valor.

Hace sólo unos días, Carmelo Ezpeleta, su homólogo del Mundial de motos, nos explicaba que la Fórmula 1 es, en términos financieros, siete veces su campeonato. Y no dudo de que sea así. La difusión de la que disfruta es un torbellino irrefrenable, que trasciende mucho más allá de la competición y de lo que ocupa en el tiempo. Antes, durante y después de los grandes premios se generan tantas horas de televisión y radio, páginas de periódicos y espacio en Internet que el retorno para los socios de Ecclestone es altamente ventajoso. Y eso es algo que el británico hace como nadie. Jalea la polémica, atiza el fuego del debate y sacrifica lo que sea necesario para que la Fórmula 1 se mantenga como un fenómeno de marketing deportivo comparable tan sólo a otros del calado de unos Juegos Olímpicos o un Mundial de fútbol. Por eso no me extraña que siga sonriendo cuando le preguntan por su jubilación...