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Berger nos confirma lo que todos sabíamos...

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Sería de necios (y de una categoría en la que espero no encontrarme) insinuar siquiera que Vettel y Webber no son dos grandes pilotos, negar que realizaron una magnífica campaña 2010 o desmerecer al alemán como un dignísimo campeón del mundo. Pero no es menos cierto que uno de los pilares de su éxito, como en cualquier otro equipo, ha sido el monoplaza. Y en eso Red Bull juega con una ventaja con nombre propio: Adrian Newey. Un genio de la aerodinámica que crea coches capaces de llevar de cabeza a sus rivales y de abrir brechas que pueden llegar a ser irrecuperables, como ocurrió el año pasado. Y Berger, buen conocedor de todo lo que tiene que ver con los 'toros rojos', ha venido ha confirmar que un ingeniero es el responsable del milagro, por encima del talento de los pilotos.

No tiene, insisto, nada de sorprendente la afirmación del austriaco, más allá de cierto tonillo de crítica hacia el planteamiento actual de los grandes premios. Pero es la realidad de esta Fórmula 1 que nos ha tocado vivir en los últimos años: un buen piloto necesita un gran coche para ganar. Incluso uno menos talentoso puede llevarse el gato al agua con un coche claramente superior. El factor mecánico se impone sobre el factor humano. Algo que pasa en Red Bull, en Ferrari, en McLaren y por supuesto en las escuderías más modestas. No existen los milagros, no hay sitio para la improvisación. Lo bien hecho, bien parece y por eso es tan importante el acierto en el desarrollo previo del concepto aerodinámico. Los títulos se ganan en invierno, porque después apenas queda opción a recuperarse de un fiasco técnico.