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Button y el factor mecánico

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El dominio de Jenson Button en el Mundial de Fórmula 1 ha reabierto un viejo debate de la competición automovilística: el de la influencia de la mecánica en el rendimiento de los pilotos. Que un piloto sin apenas palmarés (con una única victoria en gran premio hasta este año) y prácticamente retirado (tenía un pie fuera de las carreras cuando Honda decidió abandonar) de repente figure como líder del campeonato, con seis triunfos de siete posibles y una autoridad aplastante, es algo que siembra el desconcierto entre muchos. Lo evidente es decir que ahora gana porque tiene el mejor coche... y así es. En los deportes del motor siempre es determinante la competitividad de la mecánica, en mayor o menor medida dependiendo de la especialidad.

Hay que asumirlo como una realidad inherente a estas disciplinas, porque aquí el motor es de explosión y no las piernas de un ciclista o los brazos de un piragüista. Button es un magnífico piloto, porque de lo contrario no haría lo que está haciendo. Quizá no sea el mejor del Mundial, pero con un coche superior es capaz de poner en un brete a rivales supuestamente más cualificados. Pero eso no quiere decir que su trabajo no sea determinante en el resultado, porque es evidente que si ese Brawn GP me lo dan a mí (por no ir más lejos) pues está claro que yo no estaría en el camino de convertirme en campeón del mundo de F-1. Parece una perogrullada, aunque no lo es tanto cuando se trata de otorgarle a cada uno la porción del éxito que le corresponde.